Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales |
Vol. III, núm. I, pp. 73 - 94
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Los riesgos de accidentes, especialmente si no existe un protocolo o una reglamentación clara
al respecto, desincentivan la práctica de educar en el exterior. El sistema focaliza toda la
atención en evitar problemas que afecten la seguridad de las niñas y niños, minimizando las
oportunidades de aprender en contacto directo con el entorno. Pardo et al. (2021) observan
que en Chile hay una sobrevaloración cultural, social y pedagógica del aula, que se evidencia
en su protagonismo como ambiente de aprendizaje en desmedro de los espacios abiertos.
Este proceso es identificado como escolarización de la Educación Parvularia. En contraste,
en otras culturas como Dinamarca, Noruega, Suecia y Alemania, el aire libre y el tiempo en
la naturaleza está integrado al quehacer pedagógico (Lysklett, 2013). Esto puede verse
reflejado en la utilización de los entornos naturales cercanos a los recintos educativos.
La percepción de pérdida de control que sienten las educadoras se acentúa cuando
los párvulos juegan libremente en los patios, plazas, parques y espacios naturales cercanos.
Esto contrasta fuertemente con la evidencia de la experiencia internacional (Hueso, 2019,
2021; ERBINAT, 2020; EDNA, 2020; Freire, 2020, Sobel, 2013; Lysklett, 2013; Wynne &
Gorman, 2015). Esta visión pedagógica sufre debido a comunicaciones públicas que no
tienen que ver directamente con lo pedagógico, por ejemplo, la Ley 21.128 más conocida
como “Aula Segura”, concebida bajo el gobierno de Piñera en 2018, que reforzó la idea de
que el mejor lugar para estar y aprender es adentro (Retamal, 2018).
La cultura chilena potencia una gran infraestructura académica que se legitima como
espacio seguro y adecuado para el aprendizaje y minimiza los espacios verdes o los reduce a
la mínima expresión. Un ejemplo de esto es que, de los centros educativos visitados, se
encontró uno que no cuenta con ningún árbol ni arbusto en el patio y otro donde se observó
solamente uno. Curiosamente, las instituciones de educación parvularia se denominan en
Chile como jardines infantiles, y tienen basamentos teóricos fundados en la naturaleza
(Fröbel, 1889), pero es usual que prohíban subir a los árboles, jugar con piedras, con ramas
o palos y salen escasamente a recorrer los barrios y espacios de naturaleza silvestre. La
evidencia de un sistema educativo que promueve principalmente el trabajo dentro del aula,
generando la escolarización de la Educación Parvularia (Pardo, et al., 2021) contrasta con
escasas propuestas institucionales que promuevan las experiencias fuera de las aulas y más
allá de los recintos educativos. Excepcional y recientemente se encuentran citas como “como
permitir que niños y niñas se ensucien, se mojen, se agiten, etc., brinda oportunidades para
que descubran y acepten sus propias destrezas y conozcan sus propios límites” (JUNJI,
2022). La categorización del aula como espacio único para la generación de experiencias de
aprendizaje y la invisibilidad de los entornos naturales como espacios de receso, socialización
y libre elección de actividades (Valenzuela et. al. 2022) impacta profundamente en la
posibilidad de que los niños y niñas exploren su entorno, limitando las oportunidades de
aprendizajes nutritivos y pertinentes, el juego libre y el desarrollo emocional que se ve
profundamente beneficiado en la confianza, mejora de la autoestima, motivación y felicidad
en las infancias, al estar en contacto regular con la naturaleza (Louv, 2008; Wagnon, 2021).
Las realidades que emergieron durante la exploración multisituada demostraron que
los casos aislados que sí realizan trabajo fuera del aula, se produce debido al liderazgo
pedagógico de directoras y equipos comprometidos experiencias que van en la dirección de
las orientaciones de la educa en la naturaleza que son iniciativas de personas comprometidas
con ello como directoras, educadoras y otras, y no a iniciativas institucionales. En este