
Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales |
Vol. III, núm. I, pp. 33 - 44
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de habilidades técnicas, sino también en el desarrollo de capacidades metacognitivas que permitan a
los estudiantes ser comunicadores autónomos y eficaces.
Otro aspecto clave que agregan es que toda actividad de comunicación oral se debe evaluar,
por tanto, en la secuencia hay que considerar diferentes tipos de evaluación: la evaluación diagnóstica,
la evaluación formativa, la autoevaluación, la coevaluación y la metaevaluación de los diferentes
contenidos de expresión oral destinados para enseñar; destacando especialmente la evaluación
formativa, puesto que esta evaluación asegura que el aprendizaje sea significativo, ya que permite a los
alumnos probar su discurso, detectar problemas y resolverlos con la ayuda tanto del profesor como
con la de los compañeros. Para la autoevaluación del discurso oral es importante que cuenten con la
grabación previa del discurso como con una pauta de observación facilitada por el docente. (Vila y
Vila, 1994; Castro, 2013; Escobar Á. , 2009; Godoy, 2016; Romo, 2015).
En la evaluación de la comunicación oral Escobar Á. (2009, p.121) sugiere tres niveles:
cognitivo, procedimental y actitudinal. En el nivel cognitivo se evalúan habilidades intelectuales como
la autorregulación durante el discurso, el razonamiento crítico, la comprensión del mensaje, la atención,
la memoria, el conocimiento del género discursivo y los conocimientos previos. En el nivel
procedimental se valora cómo los estudiantes manejan sus habilidades comunicativas en distintas
situaciones, como mandar, persuadir, exponer un tema o defender una tesis. En el nivel actitudinal se
examinan las actitudes y emociones de los estudiantes en la comunicación, incluyendo su interés,
esfuerzo, sinceridad, asertividad y cortesía.
De lo anterior se deduce que la planificación del discurso oral implica practicar cómo usar el
lenguaje de acuerdo con el tipo de discurso y la técnica específica que se enseña. Esto significa que,
para preparar un buen discurso, es necesario entender y aplicar las reglas y características propias del
género discursivo (por ejemplo, un discurso informativo, persuasivo o narrativo) y dominar las técnicas
particulares (como el uso adecuado de la voz, el lenguaje corporal y la estructuración del contenido).
Romo (2017, pp. 70-74) apuesta por el desarrollo explícito de la competencia comunicativa
oral, lo cual significa que los estudiantes deben comprender claramente las actividades que realizarán
en clase y los objetivos a alcanzar. Deben estar al tanto de la competencia comunicativa específica que
se está desarrollando, las microhabilidades en las que trabajarán, las estrategias y actividades a seguir, y
cómo se les evaluará. También deben entender el propósito de los recursos utilizados y otros elementos
del plan de la clase. Asimismo, las habilidades intelectuales deben ser explicadas detalladamente en cada
paso del proceso de pensamiento, para que los estudiantes entiendan el propósito de sus actividades.
Romo (2017, p. 71) basa su propuesta en el siguiente proceso metodológico para el desarrollo
de la comunicación oral; de acuerdo con Front y otros (1994):
a. El docente introduce el significado de la estrategia y el uso de cada uno de sus
componentes, mediante la actividad de reflexión del estudiante en voz alta.
b. La práctica guiada y modelado de la actividad y destreza.
c. La aplicación y utilización de los distintos componentes en actividades de pequeños grupos,
con tareas previamente seleccionadas.