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Violencia, sufrimiento ético-político y resistencia de
las mujeres en la intensidad del territorio
Violence, ethical-political suffering and women's resistance
in the intensity of the territory
Marina de Carvalho Gama
0000-0002-9782-1731
Universidade Federal de Santa
Catarina
marinacgama@gmail.com
Andréa Vieira Zanella
0000-0001-8949-0605
Universidad Federal de Santa
Catarina
a.zanella@ufsc.br
André Luiz Strappazzon
0000-0001-9262-8556
Universidad Federal de Santa
Catarina
andre.luiz.strappazzon@ufsc.br
Rafaela Carolina Nardi
0000-0001-9416-4652
Universidade Federal de Santa
Catarina
rafaelacnardi@gmail.com
Recibido: 27/08/2024
Aceptado: 10/12/2024
Publicado: 31/12/2024
Cita en APA: de Carvalho Gama, M., Nardi, R., Strappazzon, A. & Vieira, A. (2024). Violencia,
sufrimiento ético-político y resistencia de las mujeres en la intensidad del territorio. Revista Latinoamericana
de Humanidades y Desarrollo Educativo, 3(2), pp. 57 - 70
Revista Latinoamericana de Humanidades y Desarrollo Educativo | ISSN (en línea): 2955-8891
Vol. 3, núm. 2, pp. 57 - 70.
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Resumen
El objetivo de este artículo es analizar las dificultades y las resistencias de las mujeres que
viven en un territorio marcado por la violencia, la opresión y las omisiones del Estado. El
territorio en cuestión es Morro da Queimada, ubicado en la región central de
Florianópolis/SC. La cartografía, método de investigación, permitió conocer a las mujeres
y la forma en que se insertan en el territorio, los lugares sociales que ocupan, la forma en
que comparten conocimientos, compaginan posibilidades de resistencias a las violencias de
diversas índoles y entrelazan existencias. Elegimos un evento para el análisis, lo que
permitió crear un plan común entre los investigadores y habitantes de la localidad. Se
concluyó que la violencia presente en el lugar impone límites a los modos de existencia de
los residentes, pero las organizaciones colectivas que de allí emergen son catalizadoras de
su poder de acción.
Palabras claves: Territorio; mujer; violencia; sufrimiento ético-político; resistencia.
Abstract
The objective of this article is to analyze the difficulties and resistance of women living in
a territory marked by violence, oppression and State omissions. The territory in question is
Morro da Queimada, located in the central region of Florianópolis/SC. Mapping, a
research method, allowed us to get to know the women and the way they insert themselves
in the territory, the social places they occupy, the way they share knowledge, combine
possibilities of resistance to violence of various kinds and intertwine existences. We chose
an event for the analysis, which allowed us to create a common plan between researchers
and local inhabitants. It was concluded that the violence present in the place imposes limits
to the residents' modes of existence, but the collective organizations that emerge from it are
catalysts of their power of action.
Key Words: Territory; women; violence; ethico-political suffering; resistance.
Violencia, sufrimiento ético-político y resistencia de las mujeres en la intensidad del territorio
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Introducción
Morro da Queimada es uno de los lugares que componen el paisaje del conjunto
elevado de casas que se puede encontrar al ingresar a la isla de Santa Catarina, en la que se
ubica la ciudad de Florianópolis/SC. La localidad está habitada por personas, en su mayoría
quilombolas, que se encuentran en situación de vulnerabilidad social, y una proporción
considerable de residentes se benefician de los servicios de asistencia del municipio.
Históricamente, la formación de este territorio se produjo durante el periodo de
modernización de la ciudad, convirtiéndose en refugio de trabajadores que sufrían el
proceso de gentrificación en el centro urbano. Así, cocineras, lavanderas, pescadores y
trabajadores del puerto y del mercado público fueron poco a poco construyendo sus
viviendas con cajas de madera y latas de queroseno y, de esta manera, (re)conquistando su
espacio en la ciudad.
Nuestro acercamiento a este territorio se dio a través de un proyecto de
investigación y extensión universitaria que asumió los talleres de arte como dispositivos de
trabajo con mujeres en condiciones de derechos degradados. Además de objetivos creativos
y estéticos, los talleres apuntaron a procesos grupales que, desde la perspectiva de la
psicología social, promueven el intercambio de narrativas, sentimientos y afectos,
constituyendo espacios de enfrentamiento del sufrimiento ético-político (Sawaia, 2001)
intrínseco a las vivencias de los participantes.
La cartografía, el método de investigación, nos llevó a examinar la forma en que
estas mujeres se insertan en el territorio, los lugares sociales que ocupan, la forma en que
comparten conocimientos, improvisan posibilidades, resisten a violencias de diversos tipos
y entrelazan existencias. Caminar por los cerros, transitar por los callejones y escaleras,
escuchar las narrativas de las mujeres que habitan el cerro, fue el camino metodológico que
nos permitió presenciar un acontecimiento que elegimos como foco de análisis. Con este
evento buscamos analizar las dificultades y resistencias que habitan en este territorio,
marcado por la violencia, la opresión y la omisión del Estado.
Ubicadas en una esfera política marcada por desigualdades sociales de carácter
sexista, racista y clasista, las declaraciones de las mujeres traducen los modos subjetivos
directamente asociados a las máquinas productivas y de control social, que se interconectan
con las instancias psíquicas que definen la forma de percibir el mundo. Fue desde estas
perspectivas que buscamos desarrollar los análisis que presentamos a continuación,
acuñados en diálogo con teóricos del esquizoanálisis, con los aportes de González (2020),
Bader Sawaia (2001) y otros investigadores que se dedican a problematizar los temas
centrales de este artículo.
Sobre territorios, poderes y resistencias: breves consideraciones
El territorio, además de sus aspectos materiales, implica procesos de identidad entre
los sujetos y el espacio físico que ocupan. Para Rolnik y Guatarri (1996), la interconexión
entre los conceptos de territorio y subjetividad es aún más refinada cuando tomamos el
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primero como sinónimo de apropiación y subjetivación encerrada en misma. Por lo
tanto, el territorio puede relacionarse tanto con un espacio vivido como con un sistema de
identificaciones que funciona como base para que el sujeto se oriente en el mundo, en
proyectos y representaciones a través de comportamientos e inversiones en tiempos y en
espacios sociales, culturales, estéticos y cognitivos. Este sistema, a su vez, dependiendo de
los movimientos que resulten de los encuentros, puede desestructurarse y producir
sacudidas sísmicas en territorios ya frágiles, que tienden a ser infértiles de afecto y
ampliación de posibilidades de vida. Son territorios delimitados por estratos molares que
cristalizan los cuerpos en códigos socialmente jerárquicos en género, raza y clase, que deben
entenderse no como sistemas singulares de poder, sino precisamente en su intersección
(Collins, 2019).
A partir de esta comprensión del territorio, es posible considerarlo una agencia de
enunciación que localiza la producción de subjetividad que no se centra en el individuo,
sino que se formula constantemente en los encuentros vividos con el otro. De esta manera,
la subjetividad se fabrica esencialmente en el registro social, en encuentros de la alteridad
del sujeto con otras personas, con el espacio que habita, con diversas experiencias que lo
modifican y desplazan, produciendo efectos en su cuerpo y su forma de pensar (Guatarri,
1996). Este proceso de fabricación es aún más sofisticado con la participación de las
instituciones, el lenguaje, la ciencia, los medios de comunicación, el capital y otros
instrumentos que reproducen los procesos de subjetivación a los que están sometidas las
personas y que las ubican en la estructura social.
Morro da Queimada no tiene una delimitación exacta en términos geográficos, pero
constituye un territorio de ocupación en términos de identidad, ya que está formado y
habitado por personas que comparten experiencias, narrativas, afectos y resistencias (Leite,
1991). Por tanto, es un territorio artesanal, obra del trabajo manual de los propios vecinos
que se empeñan en ocupar parte de la ciudad que los oprime, construyendo, a través de
acciones colectivas, calles, casas y accesos. De esta manera, su concreción es el resultado de
interacciones sociales, estéticas y políticas, construidas y deconstruidas por relaciones de
poder que involucran actores que, para sobrevivir, territorializaron sus prácticas en el
espacio a lo largo del tiempo (Saquet, Silva, 2008). Así, el simple hecho de habitar este
territorio pasó a significar un acto de lucha, de guerra (Leite, 2000), todavía presente hoy
en los enfrentamientos diarios entre vecinos y agentes de seguridad pública.
Considerando que la subjetividad es resultado de la aprehensión parcial de
elementos en los que el sujeto esinserto, nos preguntamos: ¿cómo la violencia presente
en Morro da Queimada compone la maquinaria de producción de subjetividad que capta
los cuerpos que lo habitan?
Los peligros de territorios marcados por la omisión del Estado en materia de bienes
y derechos y, en consecuencia, marcados por la vulnerabilidad social, son impedimentos
para la potencia de existir de sus habitantes, que remite al concepto de sufrimiento ético-
político (Sawaia, 2001). El concepto es complejo y engloba factores que se superponen en
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cruces de diversos órdenes: 1) ontológico, en cuanto afecta al poder de los cuerpos; 2)
político, porque tal afección está determinada por acciones en este campo; y 3)
epistemológico, ya que el cruce de ambos interfiere en la ética del sujeto, lo que para
Spinoza (1677/2015) estaría interfiriendo en su existencia y producción de libertad.
El concepto de sufrimiento ético-político, por lo tanto, implica prácticas
económicas, políticas y sociales, pero otorga agencia al sujeto al considerar la forma en que
los cuerpos viven tales desigualdades, considerando cuestiones que van más allá de la
negación de derechos materiales, sino también las consecuencias de dicha violencia al
afectar sus necesidades; es decir, sus deseos, afectos, motivaciones y faltas, ya que la libertad
sólo puede ejercerse en base a estos.
Lélia González (2020) analiza que, mientras el lugar natural designado para los
blancos se caracteriza por viviendas saludables, debidamente protegidas por diferentes
formas de vigilancia, el lugar designado para los negros es simétricamente lo contrario: de
las viviendas de esclavos a los conventillos y de los conventillos a las favelas. La división
racial del espacio se perpetúa en la historia brasileña como un fenómeno naturalizado y
cristalizado.
La ciudad de Florianópolis es una expresión de esta fractura, ya que funciona como
un cuerpo compuesto por diferentes grupos delimitados territorialmente por raza. Mientras
que los blancos constituyen el cuerpo principal de la ciudad, habitando lugares de privilegio
y prestigio social, los negros se encuentran al margen no sólo en términos de derechos al
espacio físico, sino también al ejercicio de su ciudadanía frente a una sociedad capitalista,
a un sistema colonial y a una urbanización patriarcal que les niega sistemáticamente
condiciones dignas de existencia (Manzi, Anjos, 2021).
La necropolítica brasileña se manifiesta en estos territorios a través de prácticas de
violencia letal llevadas a cabo por agentes del Estado, siendo sus principales víctimas los
jóvenes negros de la periferia (Costa, 2021). Las mujeres negras, a su vez, se insertan en el
tejido de esta narrativa de manera implícita y, por tanto, invisibilizadas, pero siguen
inscritas en la memoria social del territorio y su relación con las instituciones que lo
disciplinan (Argolo, 2018).
La investigación realizada busca confrontar este proceso histórico de invisibilización
escuchando las narrativas de las mujeres que habitan Morro da Queimada. Son mujeres
que resisten, insisten y persisten como artistas de la obra de arte de sus propias vidas, que
conviven con la de su comunidad. Que luchan contra el exterminio de la juventud negra y
por la construcción de caminos prometedores diseñados por la composición de líneas
revolucionarias como la negritud positiva, la educación anticolonial y las prácticas artísticas
promovidas en el cerro.
La multiplicidad de formas de resistir y existir sólo puede experimentarse en
vectores de singularidad (Rolnik y Guatarri, 1996). Es en los microprocesos revolucionarios
donde se vive el deseo a través de las diferentes formas de manifestarse frente a códigos
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morales que cristalizan a los individuos en ideas rígidas y jerárquicas en términos de
valorización social y que, más allá de las condiciones materiales, alcanzan a los sujetos en
sus necesidades. De esta manera, es posible considerar las formas de resistencia de las
mujeres de Morro da Queimada como formas de ejercer su libertad, de manera inmanente
y colectiva. Tales procesos de singularización se manifiestan a través de nuevas
sensibilidades, percepciones y acciones que encontraron propias de la ciudad, formas de
hacer revoluciones moleculares necesarias para su propia supervivencia.
Método
Cartografiar es tejer líneas que conforman la ética de un cuerpo comprometido con
el proceso de producir, junto a la persona con quien se investiga, nuevos devenires. Por lo
tanto, mapear es trazar un plan común entre singularidades, en encuentros marcados por
la alteridad mutua entre sujetos autores de un mismo mapa (Kastrup y Passos, 2016). La
presente investigación se desarrolló con base en estos lineamientos, siendo una
investigación/mapeo cualitativo de carácter intervencionista.
Utilizamos el caminar por la comunidad como estrategia metodológica en la
cartografía, considerándolo como una posibilidad de acercamiento de cuerpos, voces y
territorios (Nogueira et al., 2015). En el camino se produjo información para el mapeo, que
incluyó conversaciones con residentes locales y observaciones participantes. La noción de
conversación se basa en la idea de socavar las jerarquías entre investigador e investigado,
considerando que nuestro encuentro permitió el intercambio mutuo de perspectivas y
experiencias que expresaban la inseparabilidad entre expresión y contenido, así como un
diálogo común (Tedesco et al., 2018). Las observaciones, a su vez, tuvieron lugar en el
proceso de investigación y fueron registradas en diarios de campo, siendo el foco de análisis
no solo el otro con quien se realiza la investigación, sus condiciones de vida y el contexto
en el que se inserta, sino también la/el propio investigador/a y las relaciones que establece
con el campo-tema de investigación.
Para los análisis, elegimos un evento que surgió en una de las caminatas cuesta
arriba. El acontecimiento en sí es atemporal y no deja de transformarse, pues su percepción
es posterior a su realización (Rizzo y Fonceca 2010). Así, se encuentra en el nivel
revolucionario para una ética de la investigación que busca componer prácticas de libertad
en reflexiones que continúan a lo largo del devenir-investigador, analizando la experiencia
vivida en la concomitancia entre el curso de su desarrollo y la consolidación de sus
fortalezas.
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Resultados y discusiones
Los fuertes vientos alimentan el fuego de la Queimada como una llama que nunca
se apaga. Es posible sentir su intensidad al caminar por los altibajos de las sinuosas calles
que encarnan lo que no tiene forma definitiva: lo que hace el territorio en es su campo
de tensión y lucha, de afectos e intensidades. Pero sentimos su calor cuando caminamos.
Escuchamos el sonido pesado, los susurros, los gritos, las risas y las canciones. Compartimos
la misma piel de gallina derivada de emociones de alegría y tristeza, como en una danza
torpe, que se desarrolla en el encuentro de cuerpos que nunca habían ensayado la misma
melodía. Poco a poco, los vecinos de Morro da Queimada nos enseñaron a movernos según
su ritmo. Y es a partir de este aprendizaje que partiremos del arte de escribir un
acontecimiento para comprender una situación que aún está siendo vivida y digerida, en el
acto de esta investigación.
Fue un jueves, alrededor de las tres de la tarde, que tuvimos que aprender pasos
para retroceder y aceptar la posición de meros espectadores de un acontecimiento que nos
marcó. Subimos a Queimada para encontrarnos y hablar con las mujeres, pero fue el
territorio el que nos enfrentó a preguntas e inquietudes. Al llegar al cerro caminamos por
la escalera principal que lo atraviesa de principio a fin, como la columna vertebral que
sostiene el cuerpo en sus movimientos y por ella pasan los impulsos que marcan el
funcionamiento de la comunidad a través de encuentros excitadores e inhibidores de la
potencia de acción (Sawaia, 2001).
Hablando con algunos vecinos que ya conocíamos de otras visitas, nos invitaron a
entrar a la casa de María, señora que aceptó participar en la investigación. La casa se ubica
junto a la escalera, un poco más abajo de la calle principal donde las dinámicas
socioespaciales suelen tomar forma a través de líneas de enunciación que marcan el
encuentro de puntos heterogéneos, ya sea entre agentes comunitarios y vecinos, o entre
vecinos y policías. Para acceder a la entrada de la casa de María, tuvimos que bajar una
escalera estrecha y empinada, lo que resultó considerablemente peligroso para ella ya que
se queja de constantes dolores en las articulaciones. Al entrar a la casa, María nos dijo que
nos pusiéramos cómodos y que no prestáramos atención al entorno porque era “una casa
de pobres”.
Nos dimos cuenta de que quería que nos sintiéramos bienvenidos, pero nos
preguntamos: ¿qué buscaba expresar este contenido? Siendo un lugar de refugio, ¿por qué
nuestra presencia evoca este discurso? Ciertamente se incluyeron allí las diferencias sociales
y económicas, sin necesidad de otra información. Las mujeres de la universidad y la mujer
que vive en Morro da Queimada. Los investigadores y los investigados. "Casa pobre" fue la
expresión elegida para demarcar la comprensión de esta diferencia.
Nos invitaron a sentarnos alrededor de la mesa del comedor, que estaba adyacente
a otra mesa donde se exhibían velas y varias figuras de santos y orixás. Otras dos mujeres
que estaban en la sala, nietas de María, eligieron sentarse a la mesa con nosotras, mostrando
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su interés por lo que estábamos haciendo allí. Luego de presentarnos, la conversación
comenzó guiada por preguntas iniciales, delineadas en reuniones de planificación de la
investigación, pero los contratiempos y desafíos del territorio hicieron tomar otro rumbo.
Los fuegos artificiales interrumpieron el ruido de la gente en las calles y nuestra
conversación. “La policía está subiendo el cerro”, dijo María, explicando que fue una
estrategia de los vecinos para alertar sobre el inicio de operativos de las fuerzas de seguridad
pública en la zona. Mientras que en territorios privilegiados este instrumento señala
festividad y celebración, en Morro da Queimada, como en muchos otros lugares similares,
el sonido de los fuegos artificiales es un aviso de violencia y miedo inminentes. Este es el
territorio que da forma a determinados contenidos de manera tan antagónica a lo que
comúnmente se anuncia (Deleuze; Guattari, 1995).
Luego, a través de la ventana del salón, vimos a la policía irrumpir en la casa de
enfrente. El silencio se impuso sobre los diálogos que llenaban la sala; los sentimientos y
los afectos no encontraron líneas de surgimiento, se llevaron las palabras de las personas
que allí estaban, insuficientes traductores del significado intuido en la atmósfera que
flotaba en el aire. Sensaciones difusas, difíciles de describir, pero a la vez intensas y
singulares, imprescindibles para la elaboración de lo que realmente hace el territorio,
mucho más allá de sus límites espaciales. Sensaciones que encarnan sus dimensiones
transversales, evocando sus afectos, intensidades y dinámicas, siendo experiencias marcadas
por la acción violenta del Estado que, tantas veces, es considerado un elemento constitutivo
de la maquinaria que mueve los cuerpos de la comunidad, elemento que constituye sus
procesos de subjetivación (Rolnik; Guatarri, 1996).
El silencio fue roto por las oraciones de María, quien giró su cuerpo hacia la mesa
con los objetos que la conectaban a un plano espiritual; posiblemente una manera de
trascender la realidad que se impuso en ese momento, haciendo resonar en palabras lo que
había detrás del miedo que allí se manifestaba: “no dejes que mis hijos caigan en el camino
equivocado, padre”, se le pudo escuchar. Para María, el camino “malo” es el que lleva a
ciertos cuerpos a ser sometidos a la violencia policial.
Ante los gritos de una vecina que resistió a la acción que le impusieron, María
comentó en la escena que, la próxima vez que viniera la policía, perseguirán a esta vecina
por ser una persona irrespetuosa y “muy grosera”. Esta idea nos lleva a considerar que:
La represión policial sistemática, dado su carácter racista, tiene como objetivo
establecer la sumisión psicológica a través del miedo. En el largo plazo, se busca impedir
cualquier forma de unidad dentro del grupo dominado, mediante el uso de todos los
medios que perpetúen la división interna (González, 2020, p. 85).
De esta manera, es posible considerar que la instauración del miedo por la seguridad
pública en los territorios negros es componente de procesos de subjetivación de sus
habitantes, marcados por ideales moralizantes de carácter individual que culpan al
individuo por sus propias acciones y desconectarlo del ámbito político en el que está
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inserto. Para María, los actos violentos de la policía contra su vecina se explican por su
comportamiento y no por el carácter racista y clasista que ve a los cuerpos negros de la
periferia como objetivos a eliminar.
La línea de fuerza que surgió de la presencia de la policía allí, silenciosa e
inquietante, comenzó a orientar el foco de la conversación en otras direcciones, abriendo
las puertas a la permeabilidad sensible de los investigadores a la escena que vivieron en ese
momento. Fue precisamente este fenómeno el que abrió el acceso a un plan común (Sade
et al., 2018) entre investigadores e investigados que, en sincronía, compartían los mismos
afectos.
A partir de este nudo - en el estómago y en la existencia de los espectadores de la
escena - trazamos otra línea de problematización para continuar con el análisis de lo
sucedido. En el mapa cartográfico, comenzamos a escudriñar los campos minados a través
de los relatos de los participantes de la investigación sobre la violencia del Estado que opera
en el territorio:
Ana: No le tenemos miedo a los delincuentes, le tenemos miedo
a la policía.
María: Paso junto a ellos con la cabeza en alto, diciendo “hola,
buenos días, buenas tardes, señor”.
Investigador: ¿Y con qué frecuencia vienen aquí?
Ana: ¿aquí? Todos los días, dos o tres veces al día. Generalmente
cuando los niños salen de la escuela o la guardería.
Investigador: ¿Y por qué esperan ese momento?
Ana: Quizás porque piensan que no habrá reacción. Como
nunca antes, ya sabes, los que mataban eran los que llegaban
disparando. Dicen que hubo un intercambio de disparos, pero
no.
María: Y a veces aquí matan, ¿no, Ana?
Ana: Si, ¿qué se puede hacer? No ha pasado un mes desde que
dispararon aquí, al niño le dispararon tres veces, aquí mismo en
esta escalera. Eran las cuatro de la tarde.
María: Yo no estaba en casa en ese momento, gracias a Dios.
El diálogo con los habitantes permite comprender que los cuerpos en ese territorio,
predominantemente negros, son considerados contenidos ya delimitados, materias
restringidas a códigos que remiten a significantes de carácter inferior en un sistema regido
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por el capital, que no sólo es de carácter monetario, pero también racial, de género y
generacional. Los agentes de policía suben las escaleras en cualquier momento, invaden
casas, instauran el terror y la violencia. Las armas pesadas en la mano abren puertas y
obstaculizan los desafíos. Se mata a jóvenes sin darles ninguna posibilidad de defensa. O
incluso una explicación. Las madres y las abuelas se quedan rezando en altares improvisados
en las salas de sus casas. Ya sea por aquellos cuyas vidas fueron arrebatadas por quienes en
teoría deberían haberlos protegido, o por la fortuna de haberse librado de presenciar otra
muerte trágica ese día.
Así, a través de las calles, escaleras, callejones y en las casas de la comunidad, se
busca militarizar la cuestión social. Fundada en la contradicción trabajo-capital, en el
proceso de constitución de los Estados modernos, la cuestión social se refiere a los efectos
producidos en la contradicción entre el derecho al trabajo y una economía neoliberal, cuya
primacía para la acumulación de riqueza y el libre mercado genera desigualdades y
desempleo (Montaño, 2012). El autor señala que, para el pensamiento neoliberal, la
pobreza es entendida como el efecto de un problema individual y moral-conductual.
Enfrentar la cuestión social en la ideología neoliberal no implicaría una acción directa del
Estado sobre sus determinantes, como a través de acciones distributivas, sino más bien
alentando al capital a invertir, garantizando y preservando las ganancias. Las políticas
sociales del Estado se convierten, bajo esta lógica, en mercancías rentables mediante la
acción del tercer sector, o básicamente se configuran como acciones específicas, precarias y
filantrópicas. En el otro extremo de este nudo se encuentra la militarización de la cuestión
social, resultado de una política que criminaliza la pobreza y se implementa a través de
medidas de control, disciplina y exterminio (Cruz et al., 2017).
En Morro da Queimada, la muerte, ya sea por vejez, enfermedad o acción policial,
es un problema conocido, presente en las conversaciones cotidianas y en el tejido de la
narrativa del propio territorio. En los diálogos con los vecinos, frecuentemente hablamos
de enfermedades y pérdidas, lo que nos hace pensar que el duelo está presente allí con
cierta intensidad: es parte de las transmutaciones de la vida cotidiana. Las personas pierden
familiares, partes del cuerpo - como resultado de complicaciones de la diabetes relacionada
al acceso de alimentación -, derechos y posibilidades para otros futuros. Pierden potencia
de acción (Sawaia, 2001), se ocupan del sufrimiento y, en ocasiones, se les impide elaborar
procesos para afrontar el sufrimiento experimentado. ¿No sería esta situación un
impedimento para el proceso de constitución de un organismo comunitario? ¿Cómo el
ritmo de la comunidad de Queimada y la violencia a la que están sometidos los residentes
(des)alinean las posibilidades de interconexión?
Además de la narrativa de la experiencia cotidiana de las mujeres, fue posible, en
esta conversación con María y sus nietas, y al presenciar la violencia de las fuerzas de
seguridad pública, comprender el sufrimiento ético-político con el que viven. A partir de
las consideraciones de Spinoza sobre el pensamiento, que es la acción de la mente como
causa adecuada de sus afectos e ideas Sawaia (2001), nos fue posible comprender este afecto
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que se inscribe en el territorio cuando somos testigos de esta violencia que aumenta el
sufrimiento de los cuerpos que allí habitan.
Además, fue el encuentro con estas mujeres lo que permitió narrar la experiencia
que las constituye diariamente. Al hablar del evento y responder a las preguntas que
surgieron del mismo, este encuentro constituyó la elaboración y la ampliación de
posibilidades de vida (Espinosa, 2015/1667) como una forma de afrontar los límites del
territorio. Comprender los determinantes estructurales de este dolor es uno de los orígenes
del devenir y de la transformación. Por lo tanto, a pesar de que la vida cotidiana presentar
muchas veces un escenario desolador, es precisamente de estos encuentros que pueden
surgir líneas de escape y resistencias a la violencia estructural e institucional con la que
viven Fonseca et al., (2018), transformándolas en catalizadores de significados y nuevos
devenires a medida que emergen en el plano colectivo.
La conversación se centró en estas posibilidades. Comenzamos con preguntas
desencadenantes para comprender mejor los eventos recurrentes en el territorio y los
procesos de subjetivación resultantes. La acción violenta del Estado dentro de la
comunidad, de la que fuimos testigos, desvió la conversación por diferentes caminos: desde
la violencia cotidiana hasta las iniciativas de los vecinos para enfrentar estas situaciones.
María y sus nietas mencionaron el proyecto de Educación Quilombola en su propio
territorio, que tiene como objetivo proporcionar prácticas educativas en alfabetización,
lengua, ciencia e historia desde una perspectiva decolonial, por lo tanto, contraria a los
juegos de verdad que prevalecen en la educación formal brasileña, marcada por un sesgo
eurocéntrico. También se planteó como una acción de resistencia la reforma de la
cooperativa de Queimada, resultado de la iniciativa de acciones colectivas para ocupar y
utilizar el espacio para la práctica de talleres artísticos.
Consideraciones finales
Vivir en un territorio demarcado por omisiones y represiones del Estado implica
luchar en planos materiales e ideológicos: por un lado, por la exigencia de derechos básicos
que garanticen la permanencia en la ciudad; y, por el otro, contra la discriminación
derivada del accionar violento de la policía, presente a diario en el cerro. Tales cruces
configuran la territorialidad del espacio, que lo caracteriza como un lugar de tensiones,
fusiones y divisiones en las vivencias de los residentes, quienes tienen, por así decirlo, un
plan de identificación con la violencia a la que están sometidos y el sentimiento de
abandono ante el poder público.
La investigación realizada nos permitió comprender estas tensiones sobre el terreno.
Hemos sido testigos de violencia policial entrando a locales sin permiso; el terror que
impone el fuerte sonido de las botas militares subiendo y bajando las escaleras que permiten
a los vecinos de Queimada realizar su vida cotidiana; ametralladoras en mano silenciando
voces y sometiendo cuerpos. Fuimos testigos del miedo de los vecinos con los que hablamos
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y del tono de denuncia en sus oraciones y discursos no escuchados por las autoridades.
Mapeamos las líneas que conforman el mapa del lugar.
Quizás en el mapa presentado se destacaron las líneas de fuerza que someten a los
cuerpos y establecen como ley la necropolítica, tan del gusto de los fascismos actuales.
¡Fueron destacados porque la violencia con la que se imponen es descarada! Pero también
fueron posibles identificar otras líneas que se configuran como resistencia. Estas líneas
insisten en hacerse ver y escuchar, persisten en la lucha contra lo que degrada su propia
existencia. Quizás este escrito, a pesar de sus limitaciones, pueda sumar fuerza en esta
dirección y contribuir a hacer eco de las denuncias sobre el sufrimiento ético-político de las
mujeres con las que hablamos y de muchas otras que viven en condiciones similares.
Referencias
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