La apuesta política de Silicon Valley: ¿tecnoliberalismo o ciber-liberalismo?

 

Silicon Valley’s Political Promise: Technoliberalism or Cyber-liberalism?

 


Jesús Ayala-Colqui https://orcid.org/0000-0002-9059-5401

Universidad Científica del Sur. Lima. Perú

yayalac@cientifica.edu.pe



Recibido: 02/02/2022 Aceptado: 30/05/2022 Publicado: 30/06/2022

Citación/como citar este artículo: Ayala-Colqui, J. (2022). La apuesta política de Silicon Valley:

¿tecnoliberalismo o ciber-liberalismo? Latin American Journal of Humanities and Educational Divergences, 1(1), 1-11.




Resumen

El presente texto tiene como objetivo analizar las implicancias políticas de la estrategia discursiva asociada a la imposición generalizada de las nuevas tecnologías (big data, algoritmos, inteligencia artificial, metaverso, bioingeniería, etc.) en la vida social. A partir del concepto de gubernamentalidad de Michel Foucault intentamos conceptualizar este fenómeno como una nueva táctica de gobierno que involucra discursos, relaciones de poder y producciones de subjetividad. En tal sentido, la hipótesis de nuestro texto es que los discursos asociados al auge e influencia de Silicon Valley, región del planeta que aglomera los principales centros empresariales de producción tecnológica avanzada, no se reduce al neoliberalismo, sino que avanza hacia una inédita forma de gobierno que denominamos “ciber-liberao”. Asimismo, dado que existe ya una literatura crítica sobre la apuesta política de Silicon Valley, nuestra propuesta discute con estos abordajes que emplean el término “tecnoliberalismo”.


Palabras claves: tecnología; gubernamentalidad; neoliberalismo; tecnoliberalismo; ciber- liberalismo.


Abstract

This text aims to analyze the political implications of a strategy associated with the widespread imposition of new technologies (big data, algorithms, artificial intelligence, metaverse, bioengineering, etc.) in social life. Starting from Michel Foucault’s concept of governmentality, we try to conceptualize this phenomenon as a new government tactic that involves discourses, power relations and productions of subjectivity. In this sense, the hypothesis of our text is that the discourses associated with the rise and influence of Silicon Valley, a region of the planet that brings together the main business centers of advanced technological production, is not reduced to neoliberalism, but rather advances towards an unprecedented form of government that we call “cyber-liberalism”. Also, given that there is already a critical literature on the political promise of Silicon Valley, our proposal argues with these approaches that use the term “technoliberalism”.


Keywords: technology; governmentality; neoliberalism; technoliberalism; cyber-liberalism.



Introducción

Nuestro sentido común nos dice que vivimos en la época del neoliberalismo: imposición de la competencia, hegemonía del libre mercado, llamado al emprendimiento, desregulación financiera, privatización de los bienes y servicios. La primera pregunta que hay que plantear es la siguiente: ¿qué es exactamente eso del neoliberalismo? Michel Foucault (2007a) en su curso de 1978-1979 en el Collège de France abordó este fenómeno de un modo ciertamente original. A diferencia de las narrativas que ven en ello simplemente una “ideología” o una “doctrina política”, él conceptualizó al neoliberalismo como una “gubernamentalidad” (gouvernementalité) (Chamorro, 2021; Lorenzini, 2021).

¿Qué significa este neologismo? Con tal término, Foucault intenta dar una definición ampliada de gobierno que permita entender la lógica del poder más allá del Estado, clases sociales estáticas e instituciones concretas: el poder como “conducción de conductas” (Foucault, 1994). Dicha conducción comprende no solo efectos de subjetivación, sino también discursos o regímenes de verdad:

No me limitaré a decir que el ejercicio del poder supone en quienes [gobiernan] algo así como un conocimiento, un conocimiento útil y utilizable. Diré que el ejercicio del poder se acompaña en forma bastante constante de una manifestación de verdad entendida en ese sentido muy amplio (...) podríamos llamar «aleturgia» al conjunto de procedimientos posibles, verbales o no, por los cuales se saca a la luz lo que se postula como verdadero en oposición a lo falso (...) no hay ejercicio de poder sin algo parecido a una aleturgia. (Foucault, 2014, p. 24)

El neoliberalismo, por tanto, es una estrategia de gobierno que partiendo de un conjunto de premisas que postulan una cierta verdad produce efectos subjetivos. Así, Foucault (2007a) considera que el “mercado” es el ámbito veritativo del neoliberalismo: solo las prácticas que sean coherentes con aquello serán verdaderas, correctas, oportunas. Sin embargo, el neoliberalismo no se reduce a ser una mera actualización del liberalismo. De hecho, Foucault contrapone ambas gubernamentalidades en tres aspectos: el mercado desplaza al Estado, el intercambio es sustituido por la competencia y el sujeto es conceptualizado como un “capital humano” y “empresario de sí” (Ayala-Colqui, 2022; Foucault, 2007a; Laval & Dardot, 2013).

Ahora bien, nosotros ya no vivimos en la época de Foucault. Actualmente, los regímenes de verdad que abundan hacen un énfasis particular en la tecnología (Fisher, 2010): a partir de una mayor automatización y tecnificación de la vida no solo se resolverán todos los problemas sociales, sino que también los individuos podrán realizarse plenamente. Se ha constituido toda una doxa proyectada desde, e inspirada en, Silicon Valley, región del planeta ubica en California, Estados Unidos, que aglomera los principales centros empresariales de producción tecnológica avanzada (Jimenez, 2020; Sadin, 2018). Desde ahí se propugna que todo nuevo desarrollo tecnológico –desde los más cotidianos que usamos diariamente, hasta los más sofisticados que se utilizan en empresas especializadas o en investigaciones científicas– ha de imponerse como la pauta del devenir social. Pues bien, el objetivo de este presente ensayo es doble: rastrear el origen de esta forma de gobierno en sus discursos característicos y proponer que se trata de una nueva gubernamentalidad que denominaremos “ciber-liberalismo”.


Orígenes de la discursividad siliconiana: contracultura tecnificada y libertarismo anarcocapitalista

Es un hecho que vivimos en un mundo sumamente tecnologizado. De esta evidencia, empero, pueden desprenderse algunos equívocos. Por un lado, la idea de que la tecnología es un añadido artificial que vendría a interrumpir o suplementar una supuesta naturaleza estática, nativa, inmaculada. Por otro lado, que el desarrollo técnico es inevitable y, aún más, que su devenir no responde a intereses particulares, sino al beneficio colectivo de la sociedad, máxime de la realidad entera. Hipostasiando y radicalizando estas imágenes del pensamiento podemos obtener respectivamente posturas tecnófobas o tecnofílicas. Se reconocerá que Heidegger (1994) es la metonimia iterativa del primer caso: la esencia de la técnica sería una “estructura de emplazamiento” (Ge-Stell) que representa el “peligro supremo” (Gefahr) de nuestra epocalidad. Frente a ello es menester articular una serenidad (Gelassenheit) que arraigue en “la sangre y la tierra” (Blut und Boden) del pueblo (Volk) (Heidegger, 1988, 2017). A contramano, Kurzweil (2012), el director de proyectos de la oligopólica Google (parte del conglomerado Alphabet), profetiza un futuro donde no solo aparece como deseable, sino, ante todo, como inexorable la consecución de la “singularidad” (singularity), esto es, un momento histórico donde los progresos tecnológicos alcancen una curva exponencial irreversible que coloca a la humanidad en el peldaño superior y definitivo de la evolución.

Nos gustaría intervenir en esta disyuntiva para pensar precisamente aquello que permanece impensado en estas dos posiciones (que generan, por lo demás, una amplia recepción acrítica entre una masa de sendos seguidores): la pertenencia de la tecnología a entramados de poder específicos y a estrategias económicas de valorización del valor. La técnica no es un añadido extrínseco y supernumerario a la naturaleza o la humanidad. Por el contrario, ella permea de cabo a rabo la individuación de la vida social: “es preciso que el hombre sea un ser inacabado que completa la máquina, y la máquina un ser que encuentra en el hombre su unidad, su finalidad, y su conexión con el conjunto del mundo técnico; hombre y máquina son mutuamente mediadores” (Simondon, 2007, p. 459). Su producción, además, está signada por circuitos concretos de valorización económica, de manera tal que detrás de todo objeto técnico se encuentra el imperativo cuantitativo del capital (Guattari, 2017). Más allá de la fastuosa proliferación de aparatos y gadgets, apps y servicios, software y dispositivos, se encuentra la realidad ineludible de la explotación del trabajo –de laburo cognitivo en Occidente y de laburo fabril y esclavizado en China y África– y el consiguiente aumento asimétrico de la riqueza de un grupo reducido de empresas tecnológicas (Dyer-Witheford, 2015; Fuchs, 2014; Parikka, 2021).

Bajo estas coordenadas políticas debemos situar, entonces, la actual proliferación, asociada a la pujanza del “modelo Silicon Valley”, de discursos encomiásticos sobre la técnica, de mitologías superlativas de innovación técnica y de narrativas normativas sobre la gestión tecnocrática y científica de la sociedad. Silicon Valley es la región californiana que alberga no solo a las mayores firmas tecnológicas –Alphabet, Meta, Apple, Tesla, etc.–, sino también a los principales centros de emprendimiento, inversores de riesgos, start-ups galopantes y universidades que comparten la misma misiva: incentivar el cambio tecnológico presuponiendo que cuanto mayor tecnología tanto mayor beneficio global para la humanidad (Daniel, 2017; Levina & Hasinoff, 2016; Lyons, 2021). Esta retórica se ha extendido, desde hace un par de décadas, a las demás partes del planeta, de suerte que hay un llamamiento generalizado, de parte de actores particulares y estatales, a emular los hubs de innovación y emprendimiento (Jimenez, 2020; Sadin, 2018;). Devenir Silicon Valley o perecer: tal parece ser la divisa de las sociedades actuales, so pena de caer en el atraso, el estancamiento o la debacle. La frase atribuida a Zuckerberg, el CEO de Meta, puede bien sintetizar la tónica de esta arremetida: “Move fast and break things” (Taplin, 2017).

¿Cuál es el denominador común de la discursividad de Silicon Valley y, más aún, cuál es su origen?

El diseño de los computadores, que tuvo un móvil militar durante y después de la II Guerra Mundial, alcanza un punto crítico en la década del 70 luego de que se consiguieran prototipos muchos más ligeros para el uso personal (Sadin, 2018). En simultáneo, los proyectos militares de una interconexión comunicativa permanente tienen una primera concreción relativamente exitosa con Arpanet, concebido por de la secretaría de Defensa de Estados Unidos, el cual posteriormente virará hacia un uso civil bajo el nombre de Internet (Sadin, 2018). Tanto la red como el ordenador espolearon un imaginario que concebía a la informática naciente como un núcleo de potencialidades liberadoras y progresistas. Uno de los principales focos de difusión de estas ideas tecnofetichistas fue la revista Wired y el Whole Earth Catalog (Turner, 2006). Ahí ingenieros, programadores, tecnoutopistas, libertarios y anarcocapitalistas se dan la mano para soñar, elaborar y, a la postre, imponer un modelo de sociedad basado unilateralmente en las tecnologías de la comunicación y la información. Uno de los centros de esta revolución fue, paradójicamente, California. El Estado que otrora era el centro de la rebeldía hippie antisistema muta hacia una suerte de nodo de “contracultura hegemónica”, en el cual ya no se trata de cuestionar los presupuestos de la sociedad, sino de reforzarlos por medio de la naciente técnica (Turner, 2006). El presupuesto esencial de este movimiento consiste en abstraer la individualidad y considerar que su realización plena y libre no se realiza más que por medio de soportes tecnológicos y virtuales: “this approach fall shorts of the concept of liberty, since the only liberty that matters here, is that of the capitalist market” (Ippolita, 2015, p. 48). De este modo, hay que promover diversas innovaciones, desde interfaces hasta monedas virtuales, que permitan deshacerse de la pesada carga de los intermediarios o de la ominosa opresión impersonal del Estado (Brunton, 2020). Así, paulatinamente comenzaron a surgir empresas que llevaban a la realidad estos designios:

Microsoft y Apple y, más adelante, Google y Facebook, las cuales se asentaron precisamente en California. Si esa específica zona pudo prosperar en lo que respecta a avances tecnológicos no lo hizo por la mitología popular de los grandes genios blancos y capitalistas (vehiculizado por la nueva discursividad), sino por la coalición de ayudas militares estatales (Fisher, 2018; Levine, 2018). Incluso los grandes préstamos y generosos créditos tributarios proveídos por el Estado no fueron devueltos en productos de beneficio colectivo, sino en patentes privadas y monopolizadas (Morozov, 2018; Sadin, 2018). Solo por medio de ello Silicon Valley se ha erigido con una solidez análoga a la de Wall Street: si este funciona como el lugar y la metonimia de las finanzas, aquel opera como el de la revolución tecnológica. Así puede influenciar en el resto del mundo (Katz, 2015).

La pregunta que cae de madura, a fin de interrogar las relaciones entre discurso y poder, es la siguiente: ¿las ideas de disrupción técnica, innovación, emprendimiento, beneficio económico, progreso social (Daniel, 2017; Levina & Hasinoff, 2016; Lyons, 2021) se reducen a ser una renovación del neoliberalismo –que propone, a su turno, el ideal del emprendimiento a partir de la asunción de una individualidad que compite y se valoriza– o, más bien, introducen una nueva estrategia de gobierno?


¿Tecnoliberalismo o ciber-liberalismo?

Si la discursividad siliconiana es neoliberal entonces ella debe tener como presupuesto la idea de una regulación del Estado por parte del mercado, la noción de la competencia y el ideal del empresario de sí. ¿Silicon Valley es, en tal sentido, solo el refugio de un neoliberalismo tecnologizado y geek?

Uno de los primeros autores en utilizar una nueva terminología para describir la peculiaridad política de la apuesta siliconiana ha sido Thomas Malaby en Making Virtual Worlds: Linden Lab and Second Life (2009) quien toma como caso de estudio el videojuego Second Life, el cual consiste en una suerte de realidad virtual donde los jugadores customizan a sus personajes y realizan actividades análogas a la de la “vida real”. Aunque Malaby no considere unitariamente la práctica política de Silicon Valley, sí realiza una inquisición sobre el caso de la empresa californiana Linden Lab, la cual sintetiza algunas de las notas esenciales de la ofensiva siliconiana. Por ejemplo, destaca el cuestionamiento a la verticalidad tradicional de la empresa tayloriana que se expresa en una flexibilidad vertiginosa. Así Malaby forja el término “tecnoliberalismo” (techno-liberalism) para denotar la “combination of distrust of vertical authority, faith in technology, and faith in the legitimacy of emergent effects” (Malaby, 2009, p. 16). Sin embargo, el tecnoliberalismo no cancela al neoliberalismo, sino aparece como una exacerbación de sus cualidades bajo la égida del desarrollo tecnológico. Adam Fish en Technoliberalism and the End of Participatory Culture in the United States (2017) retoma el neologismo de Malaby para investigar en él distintas capas de materialización del liberalismo. Fish parte de la tesis que el discurso liberal es, de suyo, contradictorio y que los relatos digitales no hacen más que complejizar este panorama. Así, el tecnoliberalismo tendría cuatro vertientes paradójicas: la imposición del mercado, el individualismo, el populismo e inclusive el progresismo (tecnológico): “Technoliberalism designates a specific type of digital discourse, namely, how the Democratic elite dialogue on technology in attempts to mitigate the tensions of liberalism, the simultaneous attractions of capitalism, individualism, populism, and progressivism” (Fish, 2010, p. 108). Éric Sadin, por su parte, en La Silicolonisation du monde (2016) denomina tecnoliberalismo a una ideología y una visión del mundo, orquestada en la susodicha región californiana, que coloca a las tecnologías inteligentes y autónomas en un lugar central de la vida humana, de manera tal que imposibilitan la decisión y la deliberación política (Sadin, 2018). En tal sentido, el tecnoliberalismo es para Sadin una suerte de actualización tecnologizante del neoliberalismo. Por tanto, Malaby, Fish y Sadin aunque usan el vocablo tecnoliberalismo no plantean una nueva gubernamentalidad –para decirlo en términos foucaultianos–, sino que reducen sus configuraciones a una anécdota del gobierno neoliberal.

Nos distanciaremos de estos enfoques al proponer el término “ciber-liberalismo”. Este gesto tiene múltiples significados. Primero, consideramos que la estrategia política y discursiva de Silicon Valley acerca del potencial emancipador de las nuevas tecnologías no se reduce a ser un mero eco o efecto del neoliberalismo, sino que constituye una gubernamentalidad peculiar con características propias. Segundo, preferimos el prefijo “ciber” al prefijo “tecno” porque, este último es demasiado general, si se acepta que toda política es ya una técnica de conducción de conductas (Foucault, 1994) y, sobre todo en el caso del capitalismo, el capital desde sus orígenes pre-industriales no se despliega sino revolucionando la base material-técnica de la sociedad (Marx, 2015). Asimismo, el vocablo “ciber” prioriza la conexión con la cibernética no solo en el sentido de que la táctica siliconiana utiliza tecnologías digitales, sino también en el sentido de que esta propone controlar a las sujetos en cada detalle de su vida por medio de “dispositivos algorítmicos” (Ayala-Colqui, 2020b) que redundan en el seguimiento, inspección y captura incesante de información de los sujetos. Es decir, constituye lo que Deleuze (2006) denominaba en su momento “sociedades de control” y Foucault (1991) “control social”. Recordemos que la palabra cibernética precisamente fue acuñada por Wiener (2019) para enfatizar una “nueva ciencia” que tuviera como objeto el control de la información y la comunicación en animales y humanos. Tercero, nos oponemos a los enfoques de los tres autores citados por el hecho de que estos carecen de una perspectiva clasista y se quedan en un momento abstracto del análisis, toda vez que no tematizan explícitamente la estrategia política- discursiva de Silicon Valley como un despliegue del modo de producción capitalista que complejiza las relaciones entre una clase poseedora del capital y otra clase poseedora de su fuerza de trabajo (sea material o inmaterial). Además, para nosotros el ciber-liberalismo no es un discurso, un ethos o una simple ideología como piensas los académicos citados. A nuestro juicio, el ciber-liberalismo es una gubernamentalidad en sentido foucaultiano, a saber: un modo de gobierno que involucra saberes, poderes y formas de subjetivación.

¿Por qué el ciber-liberalismo sería una gubernamentalidad inédita? Para asir sus características definitorias valdría la pena realizar una comparativa, término a término, con el neoliberalismo. En el neoliberalismo toda actividad estatal y toda relación humana queda bajo la actividad regente del mercado (Foucault, 2007a; Laval & Dardot, 2013). Por el contrario, en el ciber-liberalismo no solo se trata del dominio del ámbito mercantil, sino de la proposición de un mercado automatizado y algorítmico, esto es, de un mercado optimizado en sus relaciones capitalista por medio de las nuevas tecnologías. El mercado queda ahora vigilado y, más precisamente, condicionado por las innovaciones técnicas. Ya no se trata, pues, de la mano invisible del intercambio liberal o de la competencia neoliberal, sino de las transacciones optimizadas, algorítmicamente calibradas y digitalmente controladas. El mercado solo puede devenir mercado a través de bits y bytes. De este modo, los individuos se realizan no intercambiando o compitiendo sino mecanizándose por medio del mercado-algoritmo: es la emergencia de una modulación técnica de las subjetividades. Se obtiene, pues, una conducción de las conductas que se declina no bajo la forma de la disciplina del cuerpo (Foucault, 2008) o la regulación de la vida (Foucault, 2007b), sino bajo la modalidad del control, a saber: la manipulación digitalmente permanente, exhaustiva y actualizable de todo detalle de la conducta de los sujetos. Se objetará, en la línea de la argumentación esbozada por Barbara Stiegler en Il faut s’adapter (2019), que ya el neoliberalismo realiza esto bajo la forma del imperativo de una adaptación antropológica a las exigencias normativas de las sociedades industriales. Habría que contestar, empero, lo siguiente. Por un lado, la adaptación normativa de los sujetos al capital no es un rasgo exclusivo ni definitorio del neoliberalismo como cree Stiegler, puesto que este ya existe en el liberalismo industrial decimonónico como muestra brillantemente Foucault en Surveiller et punir (1975) o en Sécurité, territoire, population (1977-1978). Por otro lado, a diferencia de lo que dice Stiegler sobre el neoliberalismo, en el ciber-liberalismo no se trata de que hubiera simplemente una norma a la que habría que adaptarse con una fastuosidad de recursos tecnológicos y digitales, sino que el sujeto se convierte en una materia dinámica que se programa técnicamente, algorítmicamente para incrementar los procesos de valorización del capital en un mercado pretendidamente automatizado, sea en un trabajo tecnológicamente monitoreado y optimizado, sea en un consumo exhaustivamente personalizado y omnisciente. El control, pues, no pasa para la adaptación del sujeto a una norma extrínseca y estable, sino por la construcción sincrónica de diversas modalidades personalizadas, nunca genérica ni estadísticamente normales, de subsunción del valor. Se podría objetar también, en segundo lugar, que ya la disciplina anatomopolítica sobre el cuerpo y la regulación biopolítica de la vida implica un cierto nivel de control. Sin embargo, mientras la disciplina se ejerce sobre la exterioridad corpórea de los individuos y la regulación sobre la vida genérica de la población (Foucault, 2007b), el control ciber-liberal trabaja con los datos electrónicos y milimétricos de cada trabajador- consumidor (desde su información pública hasta su historial de búsqueda en la web y actividades que, superficialmente, no generan datos) con la finalidad modelar patrones específicos de conducta, predecir acciones y manipular, finalmente, el detalle de los actos programándolos hacia los fines propios del capital. Como correlato de esta estrategia de poder se tiene un conglomerado de discursos que sobredimensionan el rol de la optimización y la innovación técnica ocultando la dinámica técnicamente controlista de acumulación: todo se mejora y se soluciona por medio de la tecnología disruptiva y maravillosamente automatizable (Levina & Hasinoff, 2016; Morozov, 2016). En relación a esto, la forma de subjetivación/sujeción esencial del ciber-liberalismo no es la misma que la del neoliberalismo. En este último se tiene la figura del “empresario de sí mismo”: ese sujeto que se asume como capital humano y no como trabajador productor de valor, el cual ha de valorizarse por medio de inversiones sobre mismo (Foucault, 2007a; Laval & Dardot, 2013). Más allá del empresario de e inclusive de la figura del “emprendedor de sí” (Nicoli & Paltrinieri, 2019): el ciber-liberalismo introduce la novedad del “mejorador de sí”. Ya no se trata únicamente de que el sujeto tenga como imperativo el devenir un empresario y un emprendedor, un fundador de start-ups y un visionario de innovaciones, sino de que es menester que el sujeto se mejore a sí mismo por mor de la tecnología. En este mejoramiento, nuevamente, no hay una norma ni una medida preestablecida, sino una programación maleable de cada subjetividad, muchas veces con la aquiescencia explícita de los sujetos en cuestión (Neff & Nafus, 2016), lo que produce una materia subjetiva falazmente libre, pero tecnológicamente domeñada. De ahí la proliferación contemporánea de apps y gadgets que no hacen sino complementar a un sujeto limitado que tiene la necesidad de personalizarse técnicamente. Incluso, la propuesta transhumanista se explica como una forma de realizar este mejorador de sí por medio de modificaciones biológicas y genéticas (FM-2030, 1989): no basta tener un aparato exógeno, ahora se requiere una transformación material del sí mismo en orden a devenir mejor y este “mejor” no significa sino más rentable, capaz de producir mayor valor de cambio en la sociedad capitalista. Todos podemos devenir ricos (Daniel, 2017) si conseguimos mejorarnos lo suficiente.

Por todo lo dicho, el ciber-liberalismo es un modo de gubernamentalidad que, con una discursividad tecnofetichista, unas relaciones de poder que involucran dispositivos algorítmicos de control y una subjetividad mejoradora de sí, dotan de una consistencia inédita a las relaciones sociales de producción del capital. Se trata, por tanto, de una gubernamentalidad gestionada por una burguesía (mentada en el significante metonímico Silicon Valley) que implementa las nuevas tecnologías como estrategias de control de la población en orden a producir mayor plusvalor y controlar cada detalle de la producción y el consumo capitalista. Sirve para gestionar la explotación de clases en orden a valorizar el capital. En tal sentido, es necesario que la crítica de la tecnología contemporánea y de las estrategias políticas-discursivas asociadas considere las notas del ciber-liberalismo (automatismo del mercado, control algorítmico de las conductas, solucionismo tecnológico y la subjetividad del mejorador de sí) y, más aún, contextualice esta gubernamentalidad dentro de la dinámica del modo de producción capitalista.



Conclusiones

En el presente ensayo hemos delineado, de manera bastante apretada y breve, la noción del ciber-liberalismo. Sin embargo, aún queda por desarrollar con mayor detalle cada de estos componentes y, sobre todo, analizar campos más específicos de la tecnología en los cuales opera esta forma de gobierno. Igualmente, se requiere, sin duda, una discusión más detallada de ella en relación a las estrategias políticas más conocidas, por ejemplo, la anatomopolítica y la biopolítica. También falta determinar en qué sentido específico esta gubernamentalidad contribuye a la valorización del valor y si, con ello, modifica las relaciones capitalistas. A este respecto, avizoramos que la entrada de la tecnología y la información en el modo de producción capitalista no cancela el capitalismo como piensa por ejemplo Wark (2021), sino que lo hace reflotar de una manera todavía más compleja: es un movimiento de su inmanente axiomática de desterritorialización de los flujos técnicos (Deleuze & Guattari, 1980). Finalmente, si la crítica foucaultiana en el sentido de “contra- conducta” es una alternativa política contra las materializaciones de las relaciones de poder (Ayala-Colqui, 2020a), ¿qué tácticas de resistencia se pueden plantear frente a al ciber- liberalismo? Esperamos materializar estas interrogantes en futuras investigaciones donde se pondrá a prueba, en última instancia, la pertinencia de nuestro concepto propuesto.



Contribución de autoría

Jesús Ayala-Colqui fue el único autor.

Fuente de financiamiento

Autofinanciado.

Potenciales conflictos de interés

Ninguno.



Referencias

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