Ensamblajes
de
poder
y
líneas
de
fuga: territorialización
y
desterritorialización
del
home
office
en
tiempos
de
pandemia
Assemblages of Power and Lines of Flight: Territorialization and Deterritorialization of the Home Office in Times of Pandemic
Karla Castillo Villapudua https://orcid.org/0000-0002-3693-6420
Universidad Autónoma de Baja California. Baja California. México
californiacastillo.karla@uabc.edu.mx
Recibido: 13/01/2023 Aceptado: 27/05/2023 Publicado: 30/06/2023
Citación/como citar este artículo: Castillo, K. (2023). Ensamblajes de poder y líneas de fuga: territorialización y desterritorialización del home office en tiempos de pandemia. Latin American Journal of Humanities and Educational Divergences, 2(1), 45-58.
Resumen
El objetivo de este artículo es presentar la posibilidad de repensar el poder desde la teoría de los ensamblajes de Manuel de Landa. Asimismo, intentamos argumentar que durante el periodo del home office emergieron líneas de fuga como momentos políticos de libertad. En un primer eje explicaremos algunos aspectos básicos de la teoría de los ensamblajes, así como sus principales características. En un segundo eje, abordaremos la objeción delandiana al microreduccionismo y macro reduccionismo, a través del concepto de mesoescala para explicar cómo los ensamblajes se deslindan de los conceptos reificados. Un tercer eje localiza la desterritorialización de ensamblajes de poder a partir del home office derivado de la pandemia Covid-19. Finalmente, presentaremos algunas reflexiones derivadas de este trabajo.
Palabras claves: ensamblajes; territorialización; emergencia; Manuel De Landa.
Abstract
The objective of this article is to present the possibility of rethinking power from Manuel de Landa's theory of assemblages. In order to do this, we will present some basic aspects of assemblage theory. Subsequently, we will address the objection that the philosopher elaborates against the reified conceptions such as society, revolution and power, from the criticism of both microreductionism and macroreductionism in favor of the rescue of the intermediate levels that make possible the notion of mesoscale and emergent properties. Continuing with this approach, we will locate two specific examples of power assemblies with the emergence of the home office and the decrease in traffic during the context of confinement on the northern border of Mexico.
Keywords: assemblages; territorialization; emergence; Manuel De Landa.
El objetivo de este artículo es abordar el poder desde la teoría de los ensamblajes, con el fin de repensar este concepto en el contexto contemporáneo. Asumiendo que tenemos una larga tradición filosófica que se ha ocupado puntualmente de reflexionar sobre las implicaciones de este fenómeno polisémico e inclusive caótico, nos proponemos explorarlo sin la carga de las generalizaciones reificadas, tal y como lo sugiere Manuel De Landa, es decir, bosquejando sus posibles relaciones y alianzas desde una perspectiva concreta.
El poder como concepto y como práctica humana es algo demasiado antiguo. Desde los tiempos de Platón y Aristóteles, llegando a los filósofos modernos que desde Locke, Maquiavelo, Montesquieu, entre otros han reflexionado sobre esa acción de dominación como obstáculo para la libertad y emancipación política. Recordando que en tiempos posteriores, Nietzsche hablará de la voluntad de poder en términos opuestos, y que en pensadores más recientes como Deleuze (1999) y recientemente Han (2017), el poder se concibe como un término heterogéneo compuesto de redes y elementos diversos con distintos matices.
Aunque De Landa (2022) no elabora una definición específica de poder, sí objeta las concepciones que han hecho de ella filósofos como Foucault (1999) y Deleuze (1999), ya que desde su particular punto de vista, ambos desarrollos conceptuales siguen afincados sobre lo que él llama generalidades reificadas, a saber, explicaciones del poder sin señalar sus localizaciones concretas.
En el caso específico del autor de Vigilar y Castigar, Manuel De Landa (2022) recientemente expresó en un seminario impartido en Chile, que:
Uno de los grandes logros de Foucault, aunque el habla del poder en general, el debería estar hablando de la imposición de la autoridad médica, la autoridad gubernamental, el hacer valer la autoridad se basaba en castigos y la arquitectura de los lugares.
Sumado a esto, el filósofo mexicano también elabora una pequeña crítica a Gilles Deleuze en una entrevista realizada por el sociólogo chileno Ignacio Farias, señalando que:
Uno de los problemas que tengo con Deleuze es que, aunque él sí consideró la relación entre macro y micro (lo molar y lo molecular, en su terminología) no la hizo relativa a cierta escala espacial y temporal. Por tanto, él creía en la existencia de todos como el socius o el campo social que no son válidos en mi ontología. (De Landa, 2008, p. 81)
Lo anterior significa que hay una ausencia del concepto de mesoescala en el análisis de lo molar y lo molecular, sosteniendo que el filósofo francés sigue anclado en la concepción de todos generalizados, como el caso del concepto de campo social. Es decir, un concepto reificado que generaliza y no toma en cuenta los multiniveles concretos y además contribuye a la marginación de las emergencias.
Por lo tanto, desde la teoría de los ensamblajes resulta inoperante hablar del poder como una entidad abstracta y generalizada, porque su misión consiste en localizar ensamblajes de poder en sus múltiples escalas conociendo el proceso histórico del ensamblado.
Nuestra hipótesis plantea que la teoría de los ensamblajes puede abonar a una relectura y a la elaboración de algunos replanteamientos para comprender el poder en el contexto pandémico y post pandémico, localizando emergencias concretas sin perder de vista los posibles puntos de fuga y resistencia que se presentaron a través del home office y que en algunos lugares aún siguen en marcha.
Así, las principales preguntas de este trabajo son las siguientes:
¿Cuáles son las razones que ofrece De Landa para separarse de las aproximaciones o enfoques micro reduccionistas y macro reduccionistas? ¿Qué ejemplos podemos localizar para señalar ensamblajes de poder?
Este artículo se organiza en cuatro directrices: En la primera revisamos las principales características de la teoría de los ensamblajes de Manuel de Landa. En la segunda, la objeción delandiana a los conceptos reificados. La tercera aborda el diseño metodológico enfocado en lo multiescalar. Finalmente, cerramos tratando de pensar qué otras rutas de investigación nos permitirá esta teoría.
Cuando hablamos de la Teoría de los Ensamblajes definitivamente hacemos referencia a su creador, el filósofo mexicano Manuel De Landa, investigador multidisciplinar que desde las últimas dos décadas del siglo XX ha navegado contra la corriente del relativismo y el socio constructivismo posmoderno, para defender con suma valentía una teoría materialista y procesual de la realidad. Así, en tiempos de la popular frase todo es una construcción social o todo es una construcción cultural, De Landa (1997) retoma los cimientos básicos de la filosofía para embarcarse en un proyecto investigativo que incluye diversas ramas del saber que van desde la historia, la filosofía, la lingüística, la química, la física entre otras.
En el caso específico de la TE es importante decir que es una continuación del proyecto de investigación de Deleuze y Guattari. Desde la perspectiva de Manuel de Landa, el concepto de agenciamientos (ensamblajes) está esparcido a lo largo de la obra de los filósofos franceses, sin embargo, estos no aportan los componentes básicos para afirmar que es una teoría. Por esta razón, el filósofo mexicanoamericano se propone reconstruir la ontología de Deleuze desde un enfoque analítico usando recursos teóricos distintos para continuar con el desarrollo de su propia teoría de los ensamblajes.
Naturalmente, como toda teoría es común que tenga sus detractores. En este caso, uno de los principales académicos que están en desacuerdo con la TE es el académico australiano Ian Buchanan (2021), quien considera inválido hablar de ensamblajes, pues desde su argumento eso ya estaba desarrollado en la teoría deleuziana. Por los alcances de este texto, no entraremos en detalle al respecto de esta refutación. Sólo consideramos importante mencionar que las teorías, como bien enunció Popper (1984) nunca están acabadas.
Ahora bien, llegado a este punto pasaremos a la exploración de los principales componentes o características de los ensamblajes, que van desde el abordaje de su concepto, así como de sus ejes de variación o variabilidad.
Como mencionamos anteriormente, De Landa en su libro Assemblage Theory (2016), argumenta que el término más apropiado para dar cuenta del devenir histórico de los agenciamientos y sus componentes heterogéneos es el concepto de ensamblajes. Esto lo justifica afirmando que la palabra en inglés no capta el significado del agencement original en francés, pues este término se refiere a la acción de emparejar o ensamblar un conjunto de componentes, así como al resultado de tales acciones, es decir, un conjunto de partes que engranan bien.
Por lo anterior, De Landa (2016) intenta reunir y esclarecer las diversas definiciones, introduciendo e ilustrando los términos necesarios para darles sentido. De este modo, arroja la definición más simple, interrogando: “¿Qué es un ensamblaje?” Respondiendo que “es una multiplicidad compuesta de muchos términos heterogéneos, que establece lazos y relaciones, a través de edades, sexos y reinos de naturalezas diferentes”. (De Landa, 2016, p. 1). Esto quiere decir que los ensamblajes son todos conformados por partes heterogéneas, inmersos en las múltiples dinámicas del devenir y que además trascienden las taxonomías aristotélicas tradicionales de género y especie.
En primer lugar, los ensamblajes se caracterizan por relaciones de exterioridad. Esto quiere decir que un ensamblaje puede ser arrancado o separado de un todo e integrarse a otro ensamblaje sin perder su identidad, pues sus partes son auto subsistentes. En segundo lugar, los ensamblajes requieren como complemento las propiedades emergentes, a saber, no hay solo agregados o montones de partes en correspondencia con una totalidad. Por el contrario, la emergencia permite el nacimiento de propiedades en un todo no contenidas en sus partes.
Así, una vez que inicia el proceso histórico del ensamblado, es necesario señalar las dimensiones de variación y los diversos roles que desempeñan. En este caso, la primera dimensión se encarga de los componentes materiales y expresivos del ensamblaje. En lo que respecta a la segunda, surgen procesos de territorialización y desterritorialización que se encargan de estabilizar o desestabilizar la identidad del ensamblaje. No obstante, en la versión de Deleuze y Guattari, según De Landa (2022), sólo se incluyen estas dos dimensiones y no se toman en cuenta los efectos de la expresividad de los ensamblajes. Por esta razón, el filósofo aclara: “agregaremos una tercera dimensión, definiendo el efecto que medios expresivos especializados (genes, palabras) tienen en la identidad histórica del ensamblaje, definiendo procesos de codificación y decodificación” (p. 20). Esto significa que no sólo existen las dimensiones de territorialización y desterrritorialización, sino que sus interacciones también producen señales o significados que van esculpiendo la identidad de los ensamblajes dotándolos de características imprescindibles para su movilización histórico temporal.
Como se puede apreciar, De Landa (2022) incluye los efectos que producen la expresividad de otros medios como los genes y el lenguaje, pues de cierta manera contribuyen a la identificación histórica de los ensamblados dando pauta a variedades que incluyen procesos de codificación y decodificación, lo cual nos permite conocer los diversos puntos expresivos que no sólo se vinculan a las palabras sino que también abordan el lenguaje corporal, la vestimenta, la expresividad de los animales, entre otros.
Ahora bien, para los propósitos de este artículo, nos interesa prestar particular atención a lo escalar y a las propiedades emergentes, operación que nos permitirá trazar y visibilizar ensamblajes concretos. Pues, en ocasiones, dichos elementos quedan marginados desde enfoques microreduccionistas o macroreduccionistas, a saber, aquellos que se basan solo en lo individual o en conceptos abstractos para explicar fenómenos sociales o naturales, esto al menos por dos razones. La primera pretende dar cuenta de los acontecimientos sociales a partir de un individuo aislado que puede ser la persona, y la segunda, a través de conceptos abstractos como la estructura, el socius, el poder, el mercado. A continuación, intentaremos esclarecer algunos de los argumentos delandianos para deslindarse de ambos enfoques y además, destacar el concepto de mesoescala como parámetro para dar cuenta de los procesos de ascensión de los ensamblajes.
Uno de los problemas que vislumbra De Landa tanto en el micro reduccionismo como en el macro reduccionismo es que cancelan la posibilidad de conocer las propiedades emergentes de los ensamblajes. Al respecto, vale la pena interrogar: ¿Por qué el micro reduccionismo y el macro reduccionismo son enfoques inadecuados o insuficientes para dar cuenta de las realidades o de las totalidades? ¿En qué consisten estos límites?
Al respecto, De Landa (2021) argumenta que para crear el puente entre lo micro y lo macro necesitamos muchos niveles intermedios. Pero el único ejemplo que hemos dado de cómo lograr esto, el ejemplo de los mercados nacionales, sugiere que la relación entre niveles es simple, semejante a una muñeca rusa o a un conjunto de cajas chinas: personas dentro de comunidades, comunidades dentro de ciudades, ciudades dentro de países (De Landa, 2021, p. 49).
Lo anterior implica superar modelos tradicionales situados desde perspectivas parciales que sólo prestan atención al análisis de entidades pequeñas sin tomar en cuenta su relación con otras entidades, y por el otro lado, el enfoque macro reduccionista que simplifica la realidad apostando por localización de fenómenos a grandes escalas sin analizar las partes e interacciones que conforman las entidades reificadas.
Por tanto, desde la teoría de los ensamblajes tanto lo micro como lo macro son restricciones epistemológicas. Es decir, imposibilitan conocer el entretejido emergente que se da a partir de las interacciones y relaciones de exterioridad, por el hecho de que ambas formas de aproximarse a la complejidad de los fenómenos, descontextualiza la amplia red de conexiones de la que forman parte, y además, es incapaz de seguir con la gama de evoluciones que experimentan los todos, en este caso, los ensamblajes. En este sentido, ambas aproximaciones se pueden concebir como límites estrechos que más que abonar al conocimiento complejo de las múltiples entidades se conforman con la localización de individualidades descontextualizadas, o en su caso con concepciones reificadas.
De acuerdo con De Landa (2022), la persona es la categoría que se encuentra más abajo para realizar la escalada hacia otros ensamblajes. Sin embargo, esto no implica abordar a los individuos desde enfoques como el de la microeconomía, porque quedan subsumidos como individuos racionales, clasificados desde su individualidad inmediata sin llevar a cabo un análisis en relación con otros actores sociales. Por esta razón, las personas tienen que ser concebidas de tal manera que puedan ser conectadas con niveles a mayor escala.
Siguiendo con este argumento, Manuel De Landa (2022) señala que el concepto de mesoescala es un término que viene de la física. Por ejemplo, un físico sabe que entre el átomo de oro y un pedazo de oro que tengo en mis manos hay muchas escalas. Por ello, yo quería hacer lo mismo con lo social, entre lo micro que existe como persona y lo macro, es decir, el país total, porque hay muchas escalas intermedias y cada una de esas escalas tiene su historia, su dinámica, y sus propiedades (De Landa, 2022, p. 81).
De acuerdo con la hipótesis que orienta este trabajo, la teoría de los ensamblajes conforma un corpus explicativo adecuado para dar cuenta de los múltiples todos heterogéneos del poder. Partiendo de la negación delandiana por asumir la viabilidad de conceptos reificados tales como sociedad, mercado, poder, capital, proletariado entre otros, nos embarcamos en la tarea de abordar algunos ejemplos que plantea el autor, así como su negativa para continuar con el uso de dichos conceptos.
Un caso muy recurrente para ejemplificar dicha objeción es el concepto de mercado. Por ejemplo, De Landa (2021) apunta que cuando hablamos de mercado estamos enunciando una entidad abstracta que no da cuenta de las variedades espaciales y temporales, ni mucho menos de las interrelaciones, territorializaciones, desterritorializaciones y expresividades que están alrededor de estos materiales. Es como si de conceptos que se quedan en el limbo o que sólo sirven como lugar común para reducir y explicar lo múltiple bajo una estrecha y limitada etiqueta, cuya función radica en reducir sus características particulares en el entramado de espacios empíricos.
Al respecto, el filósofo señala “Cuando los economistas clásicos empezaron a usar el concepto de mercado, a lo que se referían era muy probablemente a esta entidad comercial que operaba a escala nacional. Desconocían el proceso histórico del ensamblado” (p. 29). Es legítimo, entonces, afirmar que la omisión histórica y escalar de las operaciones comerciales no da cuenta de las particularidades concretas de bazares, puestos ambulantes, e intercambios espontáneos que, siguiendo la vía de la mesoescala de abajo hacia arriba, tendría que localizar los tejidos de lo micro a lo macro.
Otro ejemplo en esta misma línea argumentativa lo encontramos en el rechazo al uso del concepto de sociedad: “lo que proponemos es reemplazar el concepto de la sociedad por una realidad social que opera en múltiples escalas al mismo tiempo, y en la que cada nivel tiene su propia historia” (p. 51). Esta objeción, sin embargo, conlleva la tarea de identificar el movimiento e intercambio desde las entidades más pequeñas siguiendo la ruta de las otras entidades como si de subir una escalera de multiniveles se tratara.
Sumado a lo anterior, De Landa (2021) tampoco habla de revolución, ya que este concepto denotará una entidad irrealizable e ilocalizable. Por esta razón, no se piensa en la revolución como un acontecimiento futuro cuyo arsenal ideológico transformaría “la sociedad”, pues de lo que se trata es de cambios mínimos en escalas específicas: “Esto nos llevará a reconocer que el cambio social debe ser pensado y efectuado en cada escala, y a rechazar soluciones simplistas que tratan de cambiar la sociedad con un solo evento revolucionario” (De Landa, 2021, p. 51). Resulta claro, entonces, que no pensaríamos en una revolución sino en ensamblajes revolucionarios que iniciarían desde las transformaciones políticas de las personas, pasando por los cambios de su familia, vecindario, organización o ciudad en la que habitan, y que a su vez forman parte de otro ensamblaje; dando cuenta de su materialidad, expresividad, así como de los procesos de estabilización y desestabilización.
Por lo tanto, la revolución se torna concreta en ensamblajes revolucionarios que no sólo se quedan en el plano discursivo, sino que cabe identificarlos igualmente, en gran medida, con respecto aquello que confiere realización de transformaciones en las rutinas diarias de las personas y su interacción con las comunidades y organizaciones de las que forman parte.
Ahora bien, si cada uno de los niveles por los que atraviesan los ensamblajes va trazando una historia única e irremplazable, resulta necesario mapear el transcurso de las interacciones de los todos con otros todos, para dar cuenta de las emergencias que surgen. De hecho, la TE trata de dar cuenta de ensamblajes concretos, y estaría en desacuerdo en sólo hablar del poder como concepto sin mapear o dar cuenta de los ensamblajes concretos en los que se vuelven manifiestas estas relaciones e intensidades donde el poder se vuelve real y localizable.
Asumiendo que tenemos la imperiosa tarea de localizar ensamblajes concretos de poder, no hablaremos del poder en cuanto tal, sino de los ensamblajes que van desde la persona hasta ensamblajes más grandes como las organizaciones. Por ello, los datos empíricos juegan un papel fundamental en la TE, así como el diálogo constante con otras disciplinas, donde sobresale la historia por el hecho de que los micro reduccionismos y macro reduccionismos realizan una omisión histórica y escalar.
Intentaremos aquí, no obstante, localizar con cierta modestia la historia de los ensamblajes como característica elemental de esta teoría, y por ende, lo lógico de este modelo sería localizar ejemplos concretos de los ensamblajes de poder en un contexto histórico determinado. A continuación, presentaremos el mapeado escalar de la desterritorialización de los ensamblajes de poder a través de la emergencia del home office en la escala de las personas (docentes) organizaciones (universidades) y algunas de las dinámicas que derivaron en las ciudades.
De Landa (2021) no elabora una explicación detallada para poner en práctica una metodología específica desde la teoría de los ensamblajes, sino que sólo se limita a dar algunas pistas. No obstante, a partir de su propio análisis, podemos desarrollar una propuesta metodológica que nos permita ascender de lo micro a lo macro, respetando las escalas intermedias y la conexión con otros elementos heterogéneos, tomando en cuenta las trayectorias históricas.
El recorrido multiescalar partirá de abajo hacia arriba, siguiendo el camino sugerido por De Landa (2021), es decir, subiendo desde lo micro encontrando entidades intermedias hasta llegar a lo macro. Iniciando con la exploración de las entidades más pequeñas hasta conectar con las más grandes de la siguiente manera: personas a comunidades –docentes y universidad-, organizaciones, gobiernos, ciudades y naciones, en el contexto de la universidad pública de la ciudad de Tijuana, a partir del 20 de marzo del año 2020 ante la emergencia del Covid-19.
Los datos para la localización de los ensamblajes concretos de poder se obtuvieron a través de la revisión documental de algunos medios de comunicación en Internet, mi propia experiencia como docente y las experiencias de algunos colegas a través de entrevistas. Aclarando que, por la brevedad de este escrito, no se incluyeron todos los ensamblajes que se encontraron, tanto del contexto nacional, como de otros países.
La investigación narrativa (Connelly & Clandini, 1995) auxiliada de diversos enfoques permite recoger eventos e historias experimentadas por los ensamblajes de menor escala hasta llegar a ensamblajes de mayor escala; prestando particular atención a los roles expresivos y materiales de los primeros ejes de variación y a los roles de codificación que presentan los ensamblajes.
Llegando a este punto, y recuperando el punto de partida de este trabajo, nos embarcamos en la tarea de localizar algunos ensamblajes de poder.
Como mencionamos anteriormente, la persona es considerada el ensamblaje más pequeño en esta teoría. Con respecto al espacio que estamos explorando, el docente como individuo sería el punto de partida para el ascenso escalar. Considerando que la práctica docente antes de la pandemia se desarrollaba principalmente en la estructura arquitectónica de la universidad, específicamente en las aulas, tenemos los elementos necesarios para argumentar que al pronunciar la emergencia sanitaria, los hábitos recurrentes como el traslado de casa al trabajo, la entrada a las aulas universitarias, y sobre todo la interacción cara a cara con los estudiantes y compañeros de trabajo, se desterritorializó. Esta desestabilización tuvo repercusiones directas en el cuerpo: primero la incertidumbre, después el miedo a ser infectado por el letal virus.
Una vez resguardados en casa con la emergencia del teletrabajo o el home office, el cuerpo docente recuperó un poco de seguridad, aunque los sentidos y las rutinas se estabilizaron temporalmente sufrieron otras modificaciones. Aclarando que la persona como el ensamblaje más pequeño de este análisis constituye:
El principal componente que juega un papel material es el cuerpo humano: los órganos de los sentidos que dan origen a las impresiones sensibles; los órganos internos a cargo de mantener su medio ambiente interior que dan origen a las pasiones. (De Landa, 2022, p. 68)
De esta manera, el ensamblaje docente experimentó varias transformaciones. La primera con relación a la base material del ensamblaje, a saber, los edificios, aulas y oficinas donde desempeñaba sus funciones; la segunda, en lo que refiere a la naturaleza expresiva y a los códigos empleados durante las rutinas y las semanas laborales. Por ejemplo, una vez desterritorializadas estas dimensiones, el lugar para impartir clases se convirtió en un espacio del hogar familiar, que tuvo variaciones de acuerdo al tamaño de los espacios, a la infraestructura habitacional, así como a los recursos tecnológicos. Asimismo, los códigos de vestimenta para acudir al trabajo presencial se transformaron en algunos casos en ropa deportiva o ropa para dormir. De hecho, la compra de ropa de oficina y ropa para fiestas sufrió una disminución en el contexto pandémico (Becerra, 2020).
Ahora bien, por lo que atañe a los encuentros cara a cara también desaparecieron por más de dos años. Este acontecimiento tuvo varios efectos entre los que destacan el uso de mascarillas, la emergencia de fiestas virtuales y la disminución de las relaciones de convivencia. Con relación a los ensamblajes de poder que atraviesan la práctica docente antes de la pandemia, podemos mencionar el acto de firmar entrada y salida de las clases, así como una vigilancia relacional que se instaura como un pacto invisible entre docente a docente y estudiantes. En el primer caso, por la competencia de la asignación de horas docentes y, en el segundo, por las calificaciones.
En este sentido podemos señalar que la práctica del mobbing desapareció por algún tiempo, y de cierta manera los cuerpos tuvieron un descanso. Esta desestabilización o modificación de los hábitos constituye una desterritorialización de los ensamblajes de poder que regulan la actividad docente; distensando el organismo hacia una concepción del tiempo distinta a la del ritmo de la vida diaria y el trabajo, a saber, del llamado aceleracionismo (Land, 2013) o el tiempo robado (Ranciere, 2009). Aquí resulta sencillo localizar líneas de fugas muy concretas, pequeños destellos de libertad, más allá de los mecanismos implementados para evaluar el trabajo docente, que pocas veces se relaciona con el capital cognitivo del profesorado.
Una vez territorializado el cuerpo en el espacio privado en casa, las rutinas burocráticas como las de traslado y los horarios para comer se vieron interrumpidas. El gasto en gasolina y transporte desapareció ante una ciudad vacía sin el tráfico habitual de todos los días. El tiempo tomó otro transcurso. La prisa de todos los días y la sensación de llegar tarde al trabajo se detuvo por algunos meses. El organismo pudo tomar los alimentos con calma, sin el temor de pasar del tiempo institucional normado para ello. Por lo tanto, los ensamblajes de la naturaleza también experimentaron un respiro ante el encierro de los humanos. El C02 bajó, los sonidos de la naturaleza empezaron a ser escuchados, así como el ruido del tráfico aéreo se paralizó.
Como consecuencia de estas desterritorializaciones, la comunidad docente se territorializó en espacios dispersos pero conectados a través de la red desde sus hogares, ahora base material de sus oficinas virtuales. Para comprender este proceso, hay que visualizar la base material del pasado del ensamblaje y la base actual, de esta forma podemos decir que los encuentros cara a cara entre las comunidades desaparecieron dando pie a la emergencia de nuevas formas de interactuar en asuntos relacionados con el trabajo como las juntas por las plataformas de meet o zoom.
En esta línea, también es importante destacar que las rutinas de regreso a casa se suspendieron. Esto quiere decir que los cuerpos de los trabajadores siguen sometidos a las dinámicas de corrupción -otros ensamblajes de poder- generadas por el tráfico vial, que representan una extensión más del trabajo; pues el traslado representa cansancio y caos.
No obstante, como una de las consecuencias del confinamiento, este ensamblaje del transporte de regreso a casa se detuvo por al menos tres meses. Esto influyó de manera positiva en la disminución de dióxido de carbono en la ciudad, así como en la disminución del agotamiento mental y corporal que provoca estar inmerso por horas en la lentitud del tráfico y la violencia que este genera.
Por tanto, existen transformaciones no planeada vinculadas a las acciones en conjunto de las personas, movimientos del día a día que repentinamente se ven interrumpidos por un acontecimiento contingente que provoca que los traslados y direcciones se modifiquen dando pauta a nuevas territorializaciones:
Los cambios espontáneos están ligados a transformaciones en rutinas colectivas, como son la rutina diaria de traslado de trabajo o la rutina semanal de ir por provisiones a la tienda. Estas dos rutinas, y varias otras, les dan a las ciudades su ritmo cotidiano. (De Landa, 2021, p. 127)
Así, las carreteras, bulevares, caminos asfaltados se quedaron vacíos, deteniendo el caos vehicular por algunos días, borrando temporalmente los embotellamientos y minimizando los accidentes automovilísticos. De esta manera, la infraestructura vial también puede darnos algunos indicios del comportamiento de los ensamblajes automovilísticos que dejaron de operar, condenados a permanecer en los estacionamientos hasta nuevo aviso.
De la desterritorialización a la territorialización del home office sobresale la sospecha hacia esta forma de trabajo. Este desacuerdo deriva entre otras cuestiones por el hecho de que el tiempo robado de la oficina presencial adquiere otros matices temporales. Por ejemplo, hay ciertas actividades que pueden ejecutarse de manera más libre; también puedes sentarte en un lugar más cómodo y colocar tus vértebras en otra posición; tienes alimentos a la mano, y no tienes la obligación de guardar la compostura y las reglas de convivencia. Por lo anterior, esta modalidad laboral se vuelve incómoda, ya que nos volvemos invisibles para el ojo que todo lo vigila, e inclusive, los códigos de vestimenta también se decodificaron. En ese sentido, apelando a Ranciere (2012), afirmamos que se instauró otro curso del tiempo, a saber, líneas de fuga que evidencian el desplome de las rutinas burocráticas.
Entre los testimonios que pudimos constatar para dar cuenta de la desterritorialización de los ensamblajes de poder en el campo de la docencia universitaria, recopilamos varios testimonios. Por ejemplo, una profesora nos expresó que: “A pesar de la incertidumbre por la pandemia, el ritmo acelerado de trabajo presencial se aminoró, sentía que me cansaba menos” (Comunicación personal, 2020). Aunado a esto, otro profesor comentó: “Creo que yo sí podría vivir feliz en el apocalipsis, a pesar de que a otras personas les pesó mucho el no poder salir” (Comunicación personal, 2020). Otro profesor también nos narró: “trabajar desde casa te permite comer en paz, poder ir al baño con calma, y no con la prisa del trabajo en la oficina”. Estas narrativas nos permiten reforzar uno de los argumentos de este texto, a saber, que el home office abrió la puerta para poner en práctica otras formas de trabajo menos opresivas, permitiendo la génesis de líneas de fuga capaces de debilitar los ensamblajes de poder al menos de manera mínima.
En este mismo ensamble de experiencias otra docente compartió que: “gastas demasiado tiempo en el traslado al trabajo, trasladarse por el tráfico es un trabajo más” (Comunicación personal, 2020). Experiencia que cobra sentido, al constatar que regresar del trabajo a casa no es una práctica equilibrada ni mucho menos placentera, pues configura una extensión más del ensamblaje de poder de las organizaciones universitarias y gubernamentales; ya que ambas instituciones están implicadas en estas formas de asumir el regreso al hogar y el fin de las jornadas laborales.
La siguiente escala la constituye la organización universitaria, diseñada especialmente para albergar rutinas de enseñanza, aprendizaje, y procesos administrativos de manera presencial. Una vez que la base material de la universidad quedó vacía surgieron
nuevas formas de expresividad. Por ejemplo, las campañas humanitarias de la universidad para apoyar a las comunidades en la aplicación de pruebas de Covid-19. De esta manera, se comunicó la responsabilidad social de los ensamblajes universitarios y la expresividad de momentos solidarios más allá de los ciclos habituales. En este caso, la organización universitaria presencial con edificios que definen usos específicos, salas de clase, oficinas administrativas, oficinas de cargos específicos, quedaron vacías, es decir, se desterritorializaron y se mudaron hacia los espacios íntimos de los trabajadores y estudiantes. Sobra decir que las organizaciones universitarias en todo el planeta se mudaron a modalidad virtual, un hecho insólito en la historia de la educación universitaria del último siglo. Cada ensamblaje universitario, desde su propio depositario de recursos, continuó operando desde diversas políticas educativas y políticas gubernamentales.
Finalmente, los ensamblajes universitarios, expresaban la promesa de volver a presencial para mantener la calma de aquellas personas, comunidades y organizaciones colapsadas por el “encierro” en casa. Recuperando la voz de una nota periodística Home Office la revolución del mercado laboral, que rotundamente aclama: “Pues lo revolucionó pero ya los están regresando a las oficinas” (Zamora, 2022).
El objetivo de este trabajo consistió en abordar las posibilidades de actualización del concepto de poder a través de la teoría de los ensamblajes de Manuel De Landa. Vimos cómo a partir de este marco teórico resulta factible abandonar modelos conceptuales que explican el poder a través del sujeto o la subjetividad, apostando en cambio por un modelo rizomático no lineal, en el que los elementos heterogéneos de las relaciones de poder se vuelven manifiestos en localizaciones concretas.
Básicamente, los ensamblajes de poder también se hacen presentes en territorios del estado que al parecer no guardan una relación directa con estas prácticas o se vuelven invisibles. Entre estos ensamblajes de poder encontramos nudos extensivos en la expresividad de las redes sociales, los medios de transporte obsoletos, el cansancio de los cuerpos, y la nula capacidad reflexiva. De hecho, la teoría de los ensamblajes nos permite mapear las territorializaciones y desterritorializaciones de los múltiples componentes en escalas que van de lo micro a lo macro, siguiendo la trayectoria del devenir incluyendo a la historia desde su perspectiva no lineal como un modelo adecuado para trazar el movimiento.
En esta misma línea de reflexión, exploramos el desacuerdo de Manuel De Landa (2021) con conceptos reificados como mercado, sociedad, poder, etcétera. Dado que estas generalidades cancelan la posibilidad de conocer casos concretos donde interaccionan todos los materiales en constante devenir, reduciendo la multiplicidad de todos a un estrechamiento conceptual. Así, bajo este supuesto abordamos el poder desde sus ensamblajes y bajo la consigna de localizar su trayectoria en el breve lapso de la pandemia en el contexto de la educación universitaria en la frontera norte de México.
Vimos como la ubicación de espacios concretos donde se territorializan o desterritorializan los ensamblajes de poder van de la mano del supuesto básico de la teoría de los ensamblajes. Esto al menos por dos razones: la primera, derivada de la distancia que toma de las teorías macro reduccionistas, a saber, aquellas que toman el todo por la parte,
y la segunda por las micro reduccionistas, es decir, aquellos aparatos teóricos que explican los fenómenos a partir de la parte más pequeña o elemental. Como explicamos en lo anterior, para Manuel de Landa (2021) ambos enfoques teóricos no toman en cuenta la escalada de niveles que se encuentra entre un nivel y otro.
Así que además de hablar de ensamblajes de poder, nos interesó de sobremanera localizar las líneas de fuga que se materializan y expresan a través de desterritorializaciones que resisten el curso institucional de las rutinas y hábitos que norman el trabajo docente. Entre los puntos de fuga que dan cuenta de la desterritorialización de los ensamblajes de poder en contextos laborales, podemos destacar la erradicación de las firmas de entrada y salida, así como los dispositivos biométricos que determinan la puntualidad del personal. Adicionalmente, las cámaras de seguridad se apagaron aproximadamente por dos años, implementando otros mecanismos de supervisión como los correos electrónicos y juntas virtuales ocasionales.
Por último, vale la pena resaltar que si bien la territorialización desterritorialización del home office permitió la emergencia de líneas de fuga, probablemente existe un deseo colectivo en algunos ensamblajes docentes por trabajar y vivir bajo los ensamblajes de poder en espacios presenciales. Pues la noción de nueva normalidad intensificó los mecanismos de monitoreo constante, esquemas de burocratización, intensificación de las rutinas de traslado por el caos vial, incremento de la violencia urbana, contaminación y caos cotidiano. Vale la pena preguntarse si realmente estamos preparados para devenir ensamblajes revolucionarios, ensamblajes de paz, pues muy pronto perdimos las pequeñas libertades que ganamos durante la pandemia a pesar de la incertidumbre que nos atravesaba.
Karla Castillo Villapudua fue la única autora.
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