Prácticas educativas neoliberales: entre modulación y
moldeamiento. Una mirada desde Simondon y Deleuze
Neoliberal educational practices: between modulation and molding. A view
from Simondon and Deleuze
Gabriel Macías Cruz https://orcid.org/0000-0001-7094-9535
Universidad Nacional Autónoma de México, México
gabrielmacias@filos.unam.mx
Recibido: 1/10/2022
Aceptado: 8/12/2022
Citación sugerida: Macías Cruz, G. (2022). Prácticas educativas neoliberales: entre modulación y moldeamiento. Una mirada desde Simondon y Deleuze. Latin American Journal of Humanities and Educational Divergences. 1 (2),1-17.
Resumen
El objetivo del presente escrito es analizar las prácticas educativas neoliberales, a la luz de los conceptos de modulación y moldeamiento desde el pensamiento del filósofo francés Gilbert Simondon. De esta forma, el texto se organizará en tres apartados: en primer lugar, se analizarán los conceptos de modulación y moldeamiento desde las reflexiones sobre la individuación y las operaciones técnicas en la obra de Simondon; posteriormente, se hará una aproximación a las prácticas educativas neoliberales desde el análisis que elabora Gilles Deleuze sobre las sociedades de control y la manera en cómo caracteriza las crisis de los mecanismos de poder disciplinarios como espacios de moldeamiento de formación del individuo; finalmente, recuperaremos la teoría simondoniana sobre la individuación y la técnica para problematizar cómo las prácticas y discursos educativos neoliberales, asociados a la formación permanente (aprender a aprender) pueden ser entendidas como prácticas que oscilan entre la modulación y la moldeamiento.
Palabras clave: Sociedades de control, neoliberalismo, modulación, moldeamiento, individuación.
Abstract
The objective of this paper is to analyze neoliberal educational practices, in light of the concepts of modulation and molding from the thought of the French philosopher Gilbert Simondon. In this way, the text will be organized into three sections: first, the concepts of modulation and molding will be analyzed from the reflections on individuation and technical operations in Simondon's work; Subsequently, an approach to neoliberal educational practices will be made from the análisis that Gilles Deleuze elaborates on control societies and the way in which he characterizes the crises of disciplinary power mechanisms as spaces for molding the formation of the individual; Finally, we will recover the Simondonian theory on individuation and technique to problematize how neoliberal educational practices and discourses, associated with lifelong learning (learning to learn) can be understood as practices that oscillate between modulation and molding.
Keywords: Control societies, neoliberalism, modulation, molding, individuation
Introducción
Al inicio de su escrito “Post-scriptum sobre las sociedades de control”, el filósofo francés Gilles Deleuze afirmará que los centros de encierro, como espacios tradicionales de la formación disciplinaria, se encuentran en crisis. Lugares de clausura como la fábrica, el hospital o la cárcel, donde ocurría un tipo de formación del sujeto que es caracterizada como de modelación, ha cedido terreno a un tipo de formación al aire libre, permanente y autodeformante que denominará de modulación. En ese sentido, afirmará Deleuze, en las sociedades neoliberales de control la formación permanente, en su carácter modulatorio, es el medio más eficiente para sustituir a la escuela en su carácter de moldeamiento.
En ese sentido, cabe preguntarse ¿qué es la modulación?, ¿cuál es la diferencia entre modulación y moldeamiento como prácticas de formación de los individuos? ¿Cuál es la relación entre la modulación y los discursos y prácticas educativas neoliberales de formación permanente, como el “aprender a aprender”? ¿Cómo pueden ser entendidas las prácticas educativas neoliberales, como modulación y moldeamiento, desde el pensamiento del filósofo Gilbert Simondon?
De acuerdo con lo anterior, el objetivo del presente escrito es analizar las prácticas educativas neoliberales, a la luz de los conceptos de modulación y moldeamiento desde el pensamiento del filósofo francés Gilbert Simondon. De esta forma, el texto se organizará en tres apartados: en primer lugar, se analizarán los conceptos de modulación y moldeamiento desde las reflexiones sobre la individuación y las operaciones técnicas en la obra de Simondon; posteriormente, se hará una aproximación a las prácticas educativas neoliberales desde el análisis que elabora Gilles Deleuze sobre las sociedades de control y la manera en cómo caracteriza las crisis de los mecanismos de poder disciplinarios como espacios de moldeamiento de formación del individuo; finalmente, recuperaremos la teoría simondoniana sobre la individuación y la técnica para problematizar cómo las prácticas y discursos educativos neoliberales, asociados a la formación permanente (aprender a aprender), pueden ser entendidas como prácticas que oscilan entre la modulación y el moldeamiento.
Simondon y la pregunta por el ser en devenir: individuación, modulación y moldeamiento
Coincidimos con Pablo “Manolo” Rodríguez cuando en el prólogo de la edición argentina de La individuación a la luz de las nociones de forma e información de Simondon, afirma: “He aquí un libro a partir del cual hay que pensar todo de nuevo” (Rodríguez en Simondon, 2009, p. 11).
Publicado por primera vez en 1958, La individuación a la luz de las nociones de forma e información de Gilbert Simondon es un ejercicio del pensamiento desafiante, que nos obliga a ser contemporáneos de nosotros mismos y de nuestros procesos de formación en devenir, entre la vida y la técnica. Al inicio de su extensa introducción, Simondon (2009) nos adentra en la pregunta por el ser en devenir, a la cual le llamará ontogénesis, y nos dice que comúnmente los cuestionamientos que hasta ahora nos hemos hecho desde el pensamiento ontológico, en relación con el ser y la formación del individuo, parten de una serie de supuestos erróneos que ponen mayor énfasis en la realidad de un individuo ya constituido, para posteriormente describir las condiciones que dieron lugar a su existencia. En ese sentido, nos dirá Simondon, el pensamiento ontológico tradicionalmente recorre dos vías para dar cuenta de la formación del ser del individuo: una vía sustancialista-atomista, que parte de la descripción de una cierta unidad indisociable en el que el individuo ya es respecto a sí mismo y, una vía hilemórfica, en la cual el individuo es el producto del encuentro entre una forma prestablecida y una materia. De acuerdo con Simondon (2009), el error de estas dos vías tradicionales del pensamiento ontológico radica en que “[…] suponen que existe un principio de individuación anterior a la individuación, susceptible de explicarla, de producirla, de conducirla.” (p. 23). Esto es, tanto el atomismo-sustancialista como el hilemorfismo, buscan un principio de individuación que explicaría de antemano a la individuación misma. Por ejemplo, para el atomismo el individuo, en este caso el átomo, es una sustancia inmutable respecto a sí misma, en el que el devenir constituye un carácter simplemente accidental que no afecta al ser. Mientras tanto, para el esquema hilemórfico el individuo es el resultado del encuentro entre una materia y una forma ya constituidos. Una muestra de ello es el ejemplo recurrente del ladrillo en la obra de Simondon, el cual, según el esquema hilemórfico, sería el simple resultado del encuentro entre dos realidades ya constituidas por la arcilla (materia) y el molde (forma).
Para Simondon, estas dos vías tradicionales del pensamiento ontológico coinciden pues, en ambas, existe una zona oscura que impide dar cuenta de aquello que permite la adquisición de forma por parte del individuo, esto es la operación de individuación. Siguiendo el análisis de Simondon (2009) antes mencionado, afirmará que tanto en la vía hilemórfica como en la vía sustancialista la operación de individuación es pensada como aquello que sólo es preciso describir en la medida en que existe el individuo como algo ya constituido y no como aquello que permite explicar la individuación misma. Es decir, tanto el sustancialismo como el hilemorfismo, pasan con demasiada rapidez tal proceso de individuación y más que pensar al individuo individuándose, lo piensan en tanto individuo formado, donde la individuación no es pensada como devenir del ser, sino como un principio desde el cual se constituye el individuo que es la realidad última. Ante esto, afirmará Simondon: “Quisiéramos mostrar que es preciso operar una inversión en la búsqueda del principio de individuación, considerando como primordial la operación de individuación a partir de la cual el individuo llega a existir y cuyo desarrollo, régimen y modalidades él refleja en sus caracteres” (2009, p.26). Es decir, lo que busca la ontogénesis es tratar de invertir las vías de aproximación del pensamiento ontológico y buscar conocer al individuo a través de la operación de individuación y no a la individuación a través de la idea de un cierto individuo ya constituido.
De acuerdo con lo anterior, habría que preguntarse ¿Qué es la operación de individuación para Simondon? En principio, escribirá el filósofo francés, la operación de individuación es la resolución de un problema existencial, un problema consigo mismo y un problema que emerge de su relación con el medio, la cual tiene tres características que me gustaría resaltar. En primer lugar, la operación de individuación es una resolución de un problema existencial, en tanto ésta es entendida como una resolución de carácter técnico; en segundo lugar, la operación de individuación nunca es definitiva, es siempre parcial y en fases, lo que implica que, bajo esta mirada de carácter no ontológico, sino ontogenético, el ser se encuentra siempre en devenir; por último, la operación de individuación, tal como Simondon la presenta, no se limita a lo humano. Es decir, la operación técnica de devenir del individuo comprende también a los objetos técnicos, a los cuerpos físicos y a todos los seres vivientes. Sobre este último rasgo, es importante apuntar que en la obra simondoniana se pueden distinguir tres gradaciones de la individuación que, si bien tienen su carácter específico, existe la posibilidad de pensarlas analógicamente entre ellas: la operación de individuación en el mundo físico, en el mundo biológico y en el mundo psíquico-colectivo.
De esta forma, nos dirá Simondon (2009) en la operación técnica de individuación lo que importa resaltar es cómo ésta se da a partir de un tipo de mediación muy particular. Retomando el ejemplo del ladrillo antes mencionado, la operación técnica de individuación no es mediación simplemente porque represente el encuentro entre una materia (arcilla) y una forma (molde), tal como se explicaría desde el esquema hilemórfico. La operación de individuación, desde una mirada ontogenética, es una mediación que se constituye a partir de una operación de operaciones. Es decir, para Simondon (2009) el ladrillo no es el resultado del simple encuentro entre la arcilla y el molde, como relación entre individuos ya constituidos, sino de una operación que es una mediación entre “[…] dos semicadenas de transformaciones que se encuentran en un cierto punto, cuando los dos objetos elaborados poseen caracteres compatibles, están a la misma escala” (p.51). Desde esta mirada, la arcilla no es materia pasiva que se moldea de acuerdo con una forma ya constituida, sino una fase de un proceso de individuación que se va actualizando, a través del gesto técnico del obrero, hasta convertirse en una materia que tiene una positividad plástica muy particular para ser activamente deformable. De la misma manera, el molde del ladrillo no es cualquier tipo de forma y, al igual que la arcilla, es tan sólo una fase de un proceso de individuación que incluye la operación técnica para construir y preparar un tipo de estructura muy particular que sirva de límite a la expansión y deformación de la materia.
La relación entre materia y forma no se lleva a cabo entonces entre materia inerte y forma que viene de afuera; entre materia y forma existe operación común y a un mismo nivel de existencia; este nivel común de existencia es el de la fuerza […] Es en tanto fuerzas que materia y forma son puestas en presencia. (Simondon, 2009, pp. 53-55)
De esta forma, más que hacer énfasis en el individuo constituido y estático, para Simondon es importante la constitución de una teoría que capte el proceso de individuación, como descripción del devenir del ser, antes que el individuo mismo. Es decir, en la operación de individuación no sólo se produce al individuo como una fase del ser, también éste producirá efectos sobre su medio asociado, a partir de una resolución de las tensiones entre fuerzas, mediante las cuales se transforman mutuamente, se modifican, devienen. En el ejemplo antes mencionado, el molde no actúa desde afuera dando forma a la materia. Para Simondon, la materia es activa en el sentido de que posee una propiedad de plasticidad, su propia resonancia interna, como condición de su capacidad de deformación. “Uno no puede decir que el molde da forma; es la tierra la que toma forma según el molde […]” (Simondon, 2009, p. 57). Es decir, desde una mirada ontogenética, el molde no es una fuerza activa que otorga forma, de manera externa, a una materia pasiva. La forma es una fuerza que entra en relación con individuación de la materia y le otorga límites y cierta estabilidad a su carácter deformable, producido por su propia resonancia interna. En ese sentido, escribirá Simondon:
El principio de individuación es una operación. Lo que hace que un ser sea él mismo, diferente de todos los demás, no es ni su materia ni su forma, sino la operación a través de la cual su materia ha adquirido forma en un cierto sistema de resonancia interna […] el principio de individuación es la operación que lleva a cabo un intercambio energético entre la materia y la forma, hasta que el conjunto desemboca en un estado de equilibrio. (2009, p. 61)
De esta forma, el individuo, en la obra simondoniana, no está agotado en sí mismo. El ser es devenir y la individuación es captada mediante la operación técnica de resolución de una tensión interna. En el ejemplo del ladrillo, el molde servirá para poner límites a la energía potencial de deformación de la materia, para pasar a una fase de cierto equilibrio estable. Y a esta operación de imponer límites a la energía potencial de deformación de la materia, para otorgar un equilibrio estable Simondon llamará moldeamiento. De acuerdo con esto, es importante resaltar cómo en la obra simondoniana moldeamiento y modulación son dos operaciones de individuación que se distinguirán de acuerdo con la duración del equilibrio, producto de la resolución interna. En ese sentido, afirmará el filósofo francés: “Moldear es modular de manera definitiva; modular es moldear de manera continua y perpetuamente variable” (Simondon, 2009, p. 60). Esto significa que, mientras en el moldeamiento la operación de individuación se encuentra dirigida hacia un equilibrio estable, la modulación es siempre metaestable.
Ahora bien, a partir de lo anterior, Simondon advertirá que, si bien, este paradigma tecnológico que nos permite comprender el proceso de individuación a través de la operación técnica comprende tanto a los objetos técnicos, a los cuerpos físicos y a todos los seres vivientes, dicho paradigma no se puede utilizar de forma puramente análoga a la individuación de todos los seres. Pues en el mundo de lo viviente y en lo psico-colectivo, existen operaciones muy particulares que no pueden ser comprendidas desde el ejemplo del ladrillo, aunque la individuación del ladrillo sea un muy buen ejemplo para introducirnos en la reflexión sobre la operación técnica.
De esta forma, nos dirá Simondon (2009), una de las principales diferencias entre la individuación en el mundo físico y en el mundo de lo viviente es la temporalidad: mientras en la individuación física, como en el ejemplo del ladrillo, la operación técnica de adquisición de forma es cerrada, en el sentido de estar completada en un tiempo determinado, en el mundo de lo viviente, el ser no está cerrado en sí mismo, sino que su individuación es siempre abierta y en devenir con su medio asociado. Es decir, a diferencia de los cristales o el ladrillo, lo viviente posee una interioridad, que entra en comunicación permanente con su mundo circundante, lo que provoca tensiones recurrentes consigo mismo, en un proceso de individuación en devenir constante. Lo viviente, escribirá Simondon (2009), no es solamente resultado de individuación, sino también “teatro de individuación” (p.30). En el viviente, las fases de su individuación son siempre abiertas pues, a diferencia del ladrillo o los cristales en el que su operación técnica de adquisición de forma posee una cierta estabilidad, su interioridad provoca un estado permanente de metaestabilidad. Es decir, para Simondon (2009) en la operación técnica de individuación del viviente, el agotamiento de la energía potencial no es completo y el individuo mantiene siempre un residuo, una reserva de energía que le permitirá seguir deviniendo. En la individuación de lo viviente, existe una fase psíquico-colectiva que deviene luego del proceso de individuación vital, en el que el “ser, para resolver su propia problemática, está obligado a intervenir él mismo como elemento del problema a través de su acción, como sujeto” (Simondon, 2009, p. 32). Desde esta perspectiva, lo viviente es presentado por Simondon como ser problemático, al mismo tiempo agente y teatro de individuación, que va produciendo por él mismo y en colectivo operaciones de resolución de problemas existenciales que siempre están en devenir. Así, podríamos afirmar con Simondon que la individuación de lo viviente se caracteriza por ser más modulatoria, entendida como un tipo de individuación continua y perpetuamente variable, que de moldeamiento.
En síntesis, para Simondon (2009) la pregunta por el ser en devenir, esto es la ontogénesis, nos permite reconocer al individuo no agotado en sí mismo, sino como ser inacabado en constantes procesos de individuación. Dicho proceso remite a la operación técnica de resolución de un problema existencial, que conlleva necesariamente la trasformación del ser mismo y de su medio. Especialmente, en el mundo de lo viviente la operación de individuación es más de carácter modulatorio, pues la resolución de los problemas consigo mismo y con el medio son siempre abiertas. Como afirma Simondon: “El individuo viviente es sistema de individuación, sistema individuante y sistema individuándose” (2009, p. 31). Ahora bien, una vez presentadas algunas reflexiones sobre la modulación, como condición siempre abierta y metaestable de individuación de lo viviente, trataré de profundizar en las reflexiones hechas por Deleuze relativas a las sociedades de control y a la crisis de los espacios de encierro disciplinarios, con el objetivo de mostrar la naturaleza de las prácticas educativas neoliberales, las cuales se dan entre la modulación y el moldeamiento.
Sobre las sociedades de control y el aprender a aprender: El neoliberalismo como modulación del individuo al aire libre
Publicado en mayo de 1990, “Post-scriptum sobre las sociedades de control” del filósofo francés Gilles Deleuze es un texto frecuentemente visitado por quienes tratamos de elaborar un diagnóstico de nuestro presente en torno a los modos y prácticas de formación en aquello que solemos denominar neoliberalismo.
Al inicio de su escrito, Deleuze afirmará: “[…] las sociedades disciplinarias son nuestro pasado inmediato, lo que estamos dejando de ser” (2006, p. 247). Para Deleuze, en la actualidad asistimos a una crisis generalizada de los espacios de encierro disciplinarios, que comienza a dar paso a nuevos modos de formación y regulación de la conducta de los individuos, a la cual denominó sociedades de control. De acuerdo con Deleuze (2006), los espacios de encierro donde se desarrollaban de forma exhaustiva ciertas prácticas de gobierno orientadas a la formación de los cuerpos y de los individuos, como en el modelo de la escuela, han cedido terreno en las sociedades neoliberales a formas abiertas, variables e incesantes, donde el control se desarrolla al ‘aire libre’, a través del modelo de la empresa. Para Deleuze, en las sociedades de control, las cuales son entendidas como efecto de las mutaciones profundas producidas por el capitalismo, se instaura un tipo gobierno a la manera de un régimen empresarial, en el que sujeto ya no sólo se produce en espacios cerrados análogos entre sí (escuela, fábrica, hospital, cárcel), sino que ahora la formación se producirá a través de una compleja red de espacios variables, en los que no se busca tanto la producción de individuos, como su multiplicación en entidades siempre mutables. En ese sentido nos dirá Deleuze, mientras en las sociedades disciplinarias la formación se efectuaba a través de sucesivas operaciones de moldeamiento, donde el individuo, por decirlo de alguna manera, adquiría la forma del propio espacio cerrado que funcionaba como molde, en las sociedades de control la formación es modulatoria. Esto es, la modulación entendida, tal como analizamos en el apartado anterior, como una forma de individuación siempre abierta y metaestable. En ese sentido, cabe preguntarse ¿qué significa pensar a las sociedades neoliberales de control a partir del modelo del régimen empresarial? ¿Cuál es la relación entre este régimen empresarial, propio de las sociedades neoliberales, y el carácter modulatorio de la formación de los individuos?
Con la finalidad de analizar en qué consiste dicha modulación empresarial, Deleuze retoma el ejemplo de los salarios y explica cómo la fábrica, que durante mucho tiempo constituyó junto con la escuela y la cárcel el modelo por excelencia de los espacios de formación disciplinarios, era un cuerpo organizado dirigido a la búsqueda de un equilibrio entre las fuerzas de producción internas y los salarios. Del mismo modo, podríamos afirmar que la escuela como lugar por excelencia de formación disciplinaria, consistía en un espacio de moldeamiento el cual buscaba imponer ciertos límites estables a la individuación, según una forma bien definida. De esta forma, se puede observar cómo lo que caracteriza a la operación de moldeamiento en los espacios disciplinarios es la búsqueda de una cierta estabilidad durable, la cual va de equilibrio en equilibrio, a través del paso del individuo en los distintos lugares de encierro que son análogos entre sí. Por ejemplo, la escuela, la cárcel, la familia, la fábrica. Por el contrario, nos dirá Deleuze (2006), en las sociedades de control el moldeamiento estable del salario de la fábrica es sustituido por un sistema de modulación del salario, en el que los individuos se ven obligados a competir entre sí de forma abierta y permanente. Es decir, en las sociedades de control el sistema de competencia es un estado de permanente de metaestabilidad en el que se busca generar los marcos de libertad para que sea el propio individuo quien se convierta en un empresario de sí. En un gestor de su propia vida.
Asimismo, en lo que respecta a la educación, siguiendo a Deleuze, en las sociedades neoliberales de control el principio de la formación permanente comienza a desplazar a la escuela como espacio histórico de moldeamiento del individuo. Tal como muestra un escrito de 1996 de la Comisión Internacional sobre la Educación para el Siglo XXI de la UNESCO, titulado “Formar a los protagonistas del futuro” en el que Jacques Delors (1996), el entonces presidente de dicha comisión recomienda redefinir y ampliar el concepto de educación para toda la vida al de aprender a aprender. De acuerdo con esto, Delors escribe:
Es preciso redefinir y ampliar el concepto de educación permanente. En efecto, al margen de las necesarias adaptaciones exigidas por los cambios profundos de la vida profesional, esa educación debe ser una construcción constante de la persona humana, de su saber y de sus aptitudes, pero también de su capacidad de juicio y de acción […] Es más, conviene que la escuela le inculque aún más el deseo y el placer de aprender, la capacidad de aprender a aprender […] (1996, p. 9)
En ese sentido, es importante destacar cómo el discurso del aprender a aprender, como expresión de una radicalización de la anterior noción de formación permanente comienza a ganar terreno en el campo de la educación y la pedagogía desde hace casi veinte años. La manera en que se presenta el discurso y las prácticas que de éste se derivan coinciden con lo analizado por Deleuze, relativo al desplazamiento de la escuela como espacio de moldeamiento cerrado de formación de los individuos. En el ejemplo de este tipo de discursos, propios de las sociedades de control, la escuela se presenta como un espacio en crisis frente a los permanentes cambios de la sociedad, el cual representaría el escenario siempre metaestable donde sean los propios individuos quienes deben aprender a aprender. O, en otras palabras, aprender a modularse como operación técnica de individuación permanente.
De acuerdo con Deleuze (2006), algo que caracteriza a los espacios de encierro disciplinarios como lugares de formación, radica en ese doble gesto que implica su operación de moldeamiento, el cual, por un lado, es creadora de individuos, al mismo tiempo que su objetivo más amplio es la de hacer integrar a esos individuos a un colectivo llamado masa. En ese sentido afirmará, el poder disciplinario es, al mismo tiempo, masificador e individualizante. No existe incompatibilidad, pues como muestra muy bien Foucault en Vigilar y castigar (2002) el objeto de poder de los espacios disciplinarios es el cuerpo del individuo, el cual es corregido de acuerdo con todo un conjunto de procedimientos de carácter regular, que van constituyendo los parámetros de aquello que se considera normal y anormal, al mismo tiempo que esa sanción normalizadora va constituyendo el parámetro mismo de corrección. Es decir, los espacios de clausura disciplinarios operan en un doble desplazamiento en la formación del individuo-masa: los cuerpos de los individuos son moldeados de acuerdo con todo un conjunto de procedimientos regulares, al mismo tiempo que esos procedimientos regulares forman a todos y cada uno de los individuos de acuerdo con ciertos parámetros de lo que se constituye como lo normal. Esto es, la individuación al interior de los espacios de encierro disciplinarios va constituyendo lo que se considera normal (el molde), al mismo tiempo que ese molde (lo normal) es el límite con el que se moldeará a todos y cada uno de los cuerpos de los individuos.
A diferencia de lo anterior, para Deleuze, en las sociedades neoliberales de control la formación ya no sólo se produce en espacios cerrados, con características y prácticas análogas entre sí (escuela, fábrica, hospital, cárcel), sino que ahora la formación se producirá también, a través de una múltiple trama de fuerzas, las cuales van constituyendo los propios medios asociados dónde actualmente la individuación ocurre en un sentido modulatorio. De acuerdo con lo anterior, en las sociedades de control la operación de modulación permanente ya no produce individuos. Entendiendo al individuo como el producto de una formación cerrada, estable e indivisible conforme a sí misma, que está asociado estrechamente con el cuerpo que se corrige. En ese sentido, podríamos afirmar que algo que caracteriza al neoliberalismo, a diferencia de lo que ocurre en los espacios de encierro disciplinarios que buscan la formación del cuerpo del individuo en su carácter estable y cerrado sobre sí mismo (normal), es su naturaleza metaestable lo cual producirá ya no individuos, sino aquello que el propio Deleuze llamará lo dividual. Entendido lo dividual en este contexto en particular, como aquello que se duplica del individuo en términos de datos y cifras informáticas.
En ese sentido, nos dirá Pablo Rodríguez, en relación con la noción de dividual, que aparece en la lectura sobre las sociedades de control: “Ya no es posible identificar con sencillez al individuo con la persona y con el cuerpo. Lo dividual como nombre provisorio de esa imposibilidad, se sitúa, pero sólo parcialmente, en una posición de sustitución o de duplicación respecto del individuo” (Rodríguez, 2019, p. 487). De esta forma, afirmará Deleuze, mientras las sociedades disciplinarias moldean individuos en relación con un cuerpo, las sociedades de control neoliberales modulan en relación estrecha con lo dividual, es decir de división y multiplicación de esa individualidad, desde la proliferación e intercambio de cifras y datos (Deleuze, 2006, p. 3). En la actualidad, uno de los ejemplos más claros de la modulación en las sociedades de control, como división y multiplicación incesante de la individualidad en cifras datos informáticos, se relaciona estrechamente con la vida producida a través de la internet, las redes sociales y las prácticas de creación de perfiles. Un botón de muestra en relación con lo anterior es la creación de perfiles, la cual se desprende de la proliferación e intercambio de datos, que ocurren mientras navegamos por la internet: las páginas que visitamos, la información que buscamos, los productos que compramos, las opiniones políticas que compartimos, todo ello va permitiendo la creación de ciertos perfiles dividuales, que se organizan de forma algorítmica, a partir de lo que nosotros mismos producimos y los datos que intercambiamos. La internet y las redes sociales producen lo dividual, de la misma forma que lo dividual organiza de manera particular nuestra modulación en las redes sociales y la internet. En ese sentido afirmará Deleuze (2006) la individuación neoliberal es la serpiente que se crea a sí misma, a través de sus trayectorias ondulatorias en espacios de libertad. Como la serpiente nos modulamos con cada trayecto. La modulación en las sociedades de control es un tipo de individuación siempre abierta, como la del aprender a aprender, que se va configurando permanentemente, a partir del rastro que vamos dejando en forma de datos y cifras informáticas.
Reflexiones finales
Publicado a inicios de la última década del siglo pasado, el escrito “Post-scriptum sobre las sociedades de control” del filósofo francés Gilles Deleuze es un diagnóstico del presente fundamental para nuestros días, pues nos permite seguir reflexionando sobre las prácticas de formación en el marco de aquello que solemos llamar neoliberalismo. Desde el inicio de su texto, Deleuze nos muestra cómo aquello que él mismo llamará sociedades de control se caracteriza, en primer lugar, por una crisis de los espacios de encierro disciplinarios como lugares privilegiados de moldeamiento de los individuos. Sobre esto, resulta muy interesante la coincidencia de aparición, en tiempo y espacio, entre el diagnóstico de Deleuze y la proliferación de todos aquellos discursos que hoy en día insisten acerca de la importancia del aprender a aprender, entendida esta noción como una forma de radicalización del planteamiento mismo de la formación permanente.
De acuerdo con lo anterior, lo que nos permite el pensamiento simondoniano en relación con el diagnóstico de crisis de los espacios de encierro hecho por Deleuze, es la posibilidad de pensar dicha crisis no como mera desaparición de las prácticas disciplinarias, sino como una oportunidad para volver a preguntarnos qué implicaría pensar la formación del individuo contemporáneo entre el moldeamiento y la modulación, tal como ocurre en nuestros días.
En primer lugar, pensar la individuación como moldeamiento, desde una mirada ontogénetica, significaría evitar caer en el error de mirar dicha formación del individuo, desde el esquema hilemórfico, lo que implicaría dejar de considerar, por ejemplo, a la escuela o la fábrica como moldes activos que formarían a ciertos cuerpos entendidos estos como materia pasiva. Tal como vimos en el ejemplo puesto a disposición por el propio Simondon para analizar la particularidad del moldeamiento del ladrillo, lo que permite la mirada ontogenética es considerar que, incluso dentro de la validez del esquema hilemórfico, hay la posibilidad de no pensar la operación técnica de individuación como moldeamiento desde una mirada que considera a la forma como una fuerza activa y a la materia como pura pasividad. Desde esta perspectiva, podríamos afirmar que el diagnóstico hecho por Deleuze en torno a la crisis de los espacios de encierro también implica considerar al moldeamiento al interior de dichos espacios como una operación de operaciones. Esto es de resolución de una tensión de los propios individuos, de tal forma que el moldeamiento no implica pasividad, sino una relación de fuerzas en las que el molde busca imponer límites a la energía potencial de deformación, al mismo tiempo que la individuación de quienes lo habitan terminan por impactar a los espacios de encierro. Es decir, pensar las sociedades de control, desde la mirada de Simondon, significa no sólo pensar la crisis de los espacios de encierro como el paso de las prácticas de moldeamiento a la modulación, sino pensar también como el moldeamiento disciplinario se modula permanentemente.
En segundo lugar, y a partir de lo antes dicho, recuperar el pensamiento simondoniano para pensar la individuación en las sociedades de control, significa tratar de mostrar cómo la modulación de lo viviente se encuentra estrechamente relacionada con la posibilidad que tienen los propios individuos de producir por ellos mismos todo un conjunto de operaciones técnicas en contextos siempre metaestables. En ese sentido, vale la pena recordar la forma en que el propio Foucault (2007) caracterizó al neoliberalismo como una sociedad que se encuentra atravesada completamente por la competencia que produce el juego de lo económico, en la cual son los propios sujetos los que deben aprender a gestionar el riesgo que esto implica en relación con sus vidas (pp. 177-178). Caracterizar de este modo al neoliberalismo como una forma particular de aprender a vivir en el riesgo significa pensar el carácter siempre metaestable en el que ocurren los procesos modulación de los individuos. Esto significa que el aprender a aprender que se encuentra presente en los discursos y prácticas educativas es entendida como aprender que la modulación es un proceso de formación permanente en el marco de aprender a vivir en el riesgo neoliberal.
En síntesis, en las sociedades de control entendidas como neoliberales, son los propios individuos quienes se encargan de aprender a aprender en un proceso de formación permanente y modulatorio. En adelante, al ser gestores de su propia vida a la manera de un capital, los individuos mismos invertirán en todos aquellos ámbitos inmateriales que les permitan ser competitivos, pero también lo suficientemente flexibles en un mercado siempre cambiante. En las sociedades de control la formación se produce al aire libre, la cual va dejando rastros en términos de datos y cifras informáticas, lo que a su vez retorna hacia el propio proceso de individuación, en su carácter siempre abierto y permanente.
Contribución de autoría
Gabriel Macías Cruz fue el único autor.
Fuente de financiamiento:
Autofinanciado
Potenciales conflictos de interés:
Ninguno
Referencias
Foucault, M. (2007). Nacimiento de la biopolítica. FCE.
Foucault, M. (2002). Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión. Siglo XXI Editores.
Deleuze, G. (2006). Post-scriptum sobre las sociedades de control. Polis [En línea], 13. http://journals.openedition.org/polis/5509
Delors, J. (1996). Formar a los protagonistas del futuro. El correo de la UNESCO, 59, 6-11. https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000102622_spa
Rodríguez, P. (2019). Las palabras en las cosas. Saber, poder y subjetivación entre algoritmos y biomoléculas. Cactus.
Simondon, G. (2009). La individuación a la luz de las nociones de forma y de información. Cactus.